Fatal Fury: Van Damme, fan service y el regreso del lobo hambriento (2)
Fueron tres películas las que se extrajeron de Fatal Fury, el videojuego de luchas cuerpo a cuerpo diseñado por Takashi Nishiyama y desarrollado por la compañía SNK en el año 1991. La compañía Studio Comet se encargó de su producción y su lanzamiento en años consecutivos.
Las dos primeras se exhibieron como especiales de televisión en la cadena Fuji TV y llevaron por nombre Fatal Fury: La Leyenda del Lobo Hambriento (1992) y Fatal Fury: La Nueva Batalla (1993). La última se trató de una producción cinematográfica y se denominó Fatal Fury: La Película.
La Leyenda del Lobo Hambriento
Fatal Fury: La Leyenda del Lobo Hambriento (conocida como Battle Fighters: Garou Densetsu en Japón) narra los acontecimientos de la primera iteración del videojuego, casi sin alteraciones: Geese Howard, caudillo supremo de una mafia que regenta South Town, elimina a Jeff Bogard, antiguo rival y padre adoptivo de Terry y Andy, a plena luz del día. Ambos niños, al ser testigos de la sangría, jurarán cobrar venganza cuando crezcan. Tras años de entrenamiento, buscarán una oportunidad en el torneo The King of Fighters (el rey de los peleadores), el cual es organizado por el mismo verdugo del patriarca de los Bogard.
Un personaje nuevo es añadido al conjunto: Lilly McGuire, la Reina de South Town, especie de hija adoptiva de Geese e interés sentimental de Terry. Entre ambos surgirá un romance tórrido, avivado por las ansias de redención de Lilly. Después de todo, su intervención en la emboscada del padre resultó decisiva para la victoria de Geese años antes.
The King of Fighters: torneo sin participantes
Además de las comparsas de Terry (Andy Bogard, hermano de Terry, y Joe Higashi, colega y rival amistoso de Andy), el OVA incluye en roles secundarios a Billy Kane y Raiden, ambos con apariciones cortas donde se limitan a actuar como secuaces sin voluntad propia. Cabe recordar que su rol en las consolas se circunscribe al torneo que sirve de subtítulo al videojuego original (Fatal Fury: The King of Fighters). El cachascanista enmascarado Raiden sí llega a pisar el cuadrilátero, pero no más que eso. Billy Kane, por el contrario, ni se asoma.
Algo similar ocurre con Tung Fu Rue, aunque desde el otro lado de la moneda. Al igual que en la versión para consolas, aquí Fu Rue es el anciano mentor de los hermanos Bogard. Su participación se reduce a una mera excusa para poner en marcha el aprendizaje de una técnica que no forma parte del juego original (el «Puño Huracán», un movimiento que transforma al luchador en una tromba de aire). Finalmente, dos antagonistas más del juego original, Hwa Jai y Richard Meyer, realizan anecdóticos cameos como contrincantes del torneo.
Dicho sea de paso, el susodicho certamen es un episodio aislado, sin mayor alcance sobre el resultado de la trama. Es una lástima, más aún teniendo en cuenta que el evento de lucha conocido como El Rey de los Luchadores, es un acontecimiento crucial de escala mundial en el universo de los juegos de pelea de SNK (universo que es reproducido en la franquicia de juegos con el mismo nombre, The King of Fighters, al cual pertenecen Terry y compañía, junto a una larguísima galería de contendientes, algunos más famosos que otros.)
Van Damme made in Japan
Lo que en el papel parecía una sólida cinta de acción y artes marciales, en la imagen es un cúmulo de viñetas desarticuladas que suman peleas sin tensión física ni dramática. Es cierto que la animación posee personalidad y dinamismo (el diseño de personajes de Masami Obari es notable), pero el desarrollo argumental sufre. Los protagonistas suelen sobre explicar sus motivaciones de forma reiterada y algunas acciones no tienen consecuencia con su derrotero principal (como los cameos inconsecuentes de personajes secundarios.)
El romance «central» entre Terry y Lily tampoco se desarrolla. Su naturaleza es fortuita y no evoluciona más allá de la irreconciliable búsqueda de perdón por parte de la hija adoptiva de Geese. Su rol en la cinta parece solo una añadidura argumental para darle un objetivo más trascendental al protagonista, Terry Bogard.
Ciertamente, es una lástima. La fuente poseía una factura que lo asemejaba a cintas de acción muy populares de fines de los ochenta y principios de la década siguiente. El potencial para elaborar una suerte de versión anime de un film de Jean Claude Van Damme no se concretó, a pesar que los ingredientes estaban servidos (tres de sus éxitos más conocidos, Retroceder Nunca Rendirse Jamás, Kickboxer y León, luchador sin ley, son, en esencia, Fatal Fury sin los proyectiles mágicos).
Porque, a pesar de ser un lugar común, Fatal Fury es la vieja historia del luchador que busca justicia por mano propia, abriéndose paso entre calles que son junglas de cemento, mientras lidia con pasiones terrenales como la lealtad, el amor y la sed de venganza. Estos ingredientes deberían garantizar una experiencia plagada de ferocidad, truculencia, color y diversión, pero el efecto es el opuesto.
La Nueva Batalla
Fatal Fury: The New Battle (Battle Fighters: Garou Densetsu 2 en Japón) es una prolongación de lo narrado en el OVA previo. Esta cinta, igual que su predecesora, incorpora la trama de un videojuego de la misma saga (Fatal Fury 2, la secuela lanzada en Junio de 1992).
En este segundo especial televisivo, una nueva amenaza surge: se trata de Wolfgang Krauser, un guerrero de noble estirpe y opacos intereses, que además guarda parentesco sanguíneo con Geese Howard, su hermanastro. Su papel como guardaespaldas de la realeza mundial es tan solo una pantalla para sus verdaderas intenciones: dominar el mundo tras las sombras, derrocando gobiernos a través de caos y destrucción (?).
Wolgang Krauser, aristócrata, ocultista y melómano
Se trata del mismo antagonista de su contraparte en consolas, Fatal Fury 2, pero con una estampa diferente. Mientras que en el videojuego se aprecia a un corpulento hombre de mediana edad, que luce un frondoso bigote púrpura que adorna la comisura de su boca, en su representación fílmica es más joven y lampiño.
Y aunque Krauser parezca un villano menos memorable que Geese, se trata de un personaje tanto o más vistoso. Como en el juego, Krauser hace gala de un físico que lo vuelve una mole con delirios de grandeza y ausencia total de humildad. Sin embargo, la cinta deja de lado sus ínfulas monárquicas para enfatizar su megalomanía y su demencia. Este detalle le resta matices y convierte a Krauser en un villano acartonado.
Incluso, está ausente su insólito fanatismo por la música clásica, específicamente por el Requiem de Mozart (los que hayan tenido la oportunidad de batirse a duelo con Krauser en el videojuego, recordarán que sus temas de combate alternan entre las célebres secuencias Lacrimosa y Dies Irae, ambas provenientes de la pieza póstuma compuesta por el genio del periodo clásico.)
Fan service, gamer style
Mención aparte merece el ingreso de uno de los personajes más populares de SNK, Mai Shiranui, la ágil ninja que nunca se deja pisar el poncho, pero que se desvive por acaparar la atención de su amado, el santón rubicundo, Andy Bogard. Sus escenas juntos son una suma divertidísima de disfuerzos y travesuras que rompen con la monotonía de los hechos previos.
Adorada tanto por incondicionales de la franquicia como por gamers ocasionales, Mai Shiranui es una suerte de respuesta a la igualmente famosa Chun-li, personaje icónico de la franquicia rival, Street Fighter. A diferencia de esta, sin embargo, Mai no es circunspecta ni impasible, sino todo lo contrario: jovial, cándida y exuberante (en todas las acepciones posibles de la palabra).
Además, quizá se trate de uno de los primeros usos por parte de una compañía de videojuegos del fan service (la inclusión de elementos vistosos e irrelevantes, mayoritariamente vinculados a la exhibición gratuita de voluptuosidades femeninas). Como prueba, solo basta darle un vistazo al guardarropa (o a la falta de aquel) lucido por la radiante y temeraria ninja.
A pesar de este detalle (que muchos agradecerán, estoy seguro), la aparición de Mai Shiranui es un evento favorable. Todas sus escenas gozan de dinamismo y le añaden al conjunto desenfado y cierto suspenso (después de todo, al tratarse de un personaje femenino, sabemos de antemano que la cinta la colocará en desventaja con respecto a los peligros que se le imponen).
Franquicia con nuevos aires
Qué duda cabe, esta secuela es un salto favorable con respecto a la OVA previa. La inclusión de los nuevos personajes es orgánica y no desentona con el conjunto. Incluso, la cinta se da el lujo de incluir a otra figura afamada: Kim Kaphwan, el maestro coreano de taekwondo, quien tiene oportunidad de medir fuerzas con Terry Bogard.
Otros personajes que se alcanzan a apreciar son: Jubei Yamada, el maestro manolarga de Mai y Andy; Axel Hawk, el boxeador pelón; y Laurence Blood, principal sicario de Krauser, un torero con barba de candado que en verdad es una versión menos divertida de otra estrella de los juegos de lucha: Vega, el hermoso matador enmascarado, insigne partidario de las armas punzocortantes y el sadomasoquismo.
A pesar de caer nuevamente en el mismo error de la primera parte (un villano principal de dimensiones rígidas, que ignora cualquier escala de grises), el metraje avanza sin baches y con diligencia. Y esta vez, el lobo hambriento es reducido a sus instintos más básicos: su principal enemigo deja de ser la venganza o la búsqueda de la superación personal; su reto más grande, por el contrario, es ahora la lucha contra el alcoholismo.
Este cambio de prioridades, sumado a otros detalles adicionales (como el escarceo romántico entre Mai y Andy), sería un factor decisivo para el posterior salto a la pantalla grande.
El lobo aulla en el cine
Fatal Fury: La Película corrige desaciertos pero incurre en unos pocos excesos. La cinta fue dirigida por el diseñador de los personajes de las OVAs, Masami Obari. El desarrollo estuvo nuevamente a cargo de Studio Comet, la casa productora predilecta para las adaptaciones de SNK (también se encargaron de Art of Fighting (1993) y Samurai Showdown (1994))
La estética de Masami Obari es reconocible gracias a la popularidad de algunos proyectos en los que participó, de los cuales destacan la elaboración de los openings para Tekkaman Blade y Magic Knight Rayearth (si uno observa con cuidado ambas secuencias de apertura, podrá reparar de inmediato en la similitud de los ojos grandes y rasgados, los mentones alargados y esféricos, los contornos espigados de las figuras y la fluidez vaporosa de sus acciones.)
Fatal Fury: en busca del arca perdida
Esta vez, el argumento de la cinta se desembaraza de su fuente y apuesta por una historia original, que es ahora un típico relato de aventuras: Laocorn Gaudeamus, un misterioso joven de ascendencia mística, busca recuperar las piezas de una armadura legendaria para someter al planeta bajo su voluntad. Por capricho del destino, Terry y compañía se verán involucrados en las correrías de sus secuaces, y como no podría ser de otra forma, se tomarán a pecho la obligación de salvar al mundo a punta de zapatazos.
Otro interés sentimental de Terry aparece en esta última iteración: Sulia Gaudeamus, hermana del maloso principal. Es una mejora con respecto a la anterior damisela en peligro, Lily McGuire, debido a su conflicto interior que la hace batallar entre su amor por Terry y la lealtad a su hermano demente y ansioso de revancha y poder (el padre de ambos, el arqueólogo responsable de encontrar la armadura del dios Marte, fue asesinado por un colega avaricioso).
La integración de la armadura dividida es el detonante para esta última contienda y, aunque se trate solo de un pretexto argumental, cumple su función de elemento movilizador de los acontecimientos. Esta vez, todos nuestros protagonistas tienen que involucrarse en favor del más poderoso de todos los objetivos cinematográficos: la salvación de un planeta al borde del apocalipsis.
El triunfo del lobo
La afiliación al género cinematográfico aventurero reconfigura el funcionamiento de este episodio. Los personajes ahora tienen que moverse en función de la acción y no al revés. Sus viajes a diversos países obedecen a la lógica de los relatos de aventuras en escenarios exóticos (en la tradición de películas como la saga de Indiana Jones, por ejemplo) y las escenas que se producen a partir de esta particularidad se sienten legítimas en su propósito argumental. Los cameos dejan de ser tal cosa y se convierten en participaciones genuinas de secundarios valiosos. Favoritos de siempre de los fans brillan en sus respectivos cuadros, desde Kim Kaphwan hasta Duck King.
Eso sí, y una vez más, el nuevo villano carece de complejidad (parece una versión bamba de Wolgang Krauser). Las batallas son pintorescas, pero se sustentan en la repetición de los poderes mágicos de los luchadores, lo que elimina la chance de gozar con la plasticidad de la animación.
Hechas estas salvedades, la anécdota cumple su papel de entretener. Los héroes de Fatal Fury, todos, dan a rienda suelta a su carisma y complicidad en varias escenas. Fatal Fury: La Película, sufre un poco por la ausencia de artes marciales de verdad, pero la devoción a un guion sencillo y lineal, que privilegia la mecánica humana de sus personajes y su desenvolvimiento en el factor viajero, logran que esta última aparición de los tres mosqueteros de South Town sea cálida y memorable.