Fatal Fury: otakus, hadokens y la balada del lobo hambriento (1)
La anécdota arranca así: dos muchachos presencian el asesinato de su padre a sangre fría, en un parque y a pleno sol. El autor de la masacre es Geese Howard, cabecilla de una mafia que asola la ciudad costeña de South Town, en EEUU. Desde ese momento, ambos niños emprenderán una ardua preparación en el sendero de las artes marciales, con un solo propósito: cobrar venganza del verdugo de su benefactor.
Dicha premisa parece prestada de una película de Jean Claude Van Damme, pero no es así. Se trata de Fatal Fury: Legend of the Hungry Wolf (Batoru Faitazu: Garou Densetsu en su título original), un OVA de 45 minutos producida para Fuji TV en diciembre de 1992. La OVA está basada en Fatal Fury: King of Fighters, videojuego de peleas desarrollado por la compañía japonesa SNK y lanzado en noviembre del año 1991. Es, asimismo, la primera adaptación en formato anime de un título de lucha cuerpo a cuerpo.
Takashi Nishiyama, sensei gamer
Fatal Fury fue diseñado por Takashi Nishiyama como una respuesta a su creación previa, Street Fighter. Efectivamente, el cerebro responsable del juego que originaría la inmensa franquicia de la compañía CAPCOM es el mismo autor de dicho título. Y su influencia no alcanza solo a aquellos, sino muchos productos más, todos emblemáticos: Art of Fighting (que tiene como protagonistas a dos “clones” de Ryu y Ken, de Street Fighter, bautizados aquí como Ryo y Robert), The King of Fighters (quizá la franquicia más exitosa de SNK), Samurai Showdown y Metal Slug.
Originalmente, Nishiyama-san anhelaría desempeñarse como periodista, pero los azares del destino lo llevarían a trabajar en IREM, una empresa productora de hardware para galerías de entretenimiento y tiendas pequeñas. Era el inicio de la década de los ochenta y el incipiente negocio de los video juegos ya se consideraba un emprendimiento rentable. Esto alentaría a la compañía a probar suerte con títulos propios.
Gracias a la incorporación temprana de Takashi Nishiyama en el área de desarrollo de dicha empresa, el primer gran éxito de IREM vería la luz en el año 1984 de la mano de su realizador estrella.
Kung-fu Master: Bruce Lee de 8 bits
Kung-fu Master (conocido como Spartan X en Japón) se roba el argumento de la famosa película de Bruce Lee de 1972, El Juego de la Muerte. El objetivo del juego es sencillo: escalar un templo de cinco pisos para rescatar a Sylvia, la novia del protagonista que fue raptada por Mr. X, líder de una pandilla de karatecas delincuentes.
El juego en mención contiene el germen de lo que luego pasaría a conformar la marca Nishiyama: una trama influenciada por el cine de acción hongkonés, un protagonista con un propósito claro y tangible (salvar a su amada) y un complejo sistema de batalla cuerpo a cuerpo (que incluye la posibilidad de hacer combinaciones múltiples). No por nada se convirtió en el punto de partida de un exitoso género en el rubro de los juegos de acción, el beat ‘em up (nombre con el que se designa a aquellos títulos donde un luchador debe deshacerse de varios enemigos a la vez, mientras avanza para alcanzar su objetivo).
El éxito le permitió a Nishiyama trasladarse al equipo de CAPCOM, donde una vez más daría en el clavo con un nuevo proyecto: Street Fighter.
Street Fighter: éxito en forma de hadoken
Tomando nuevamente como punto de partida una cinta de Bruce Lee (Operación Dragón, 1973), Street Fighter se sitúa en un torneo de artes marciales de escala mundial. Ryu, el luchador protagonista, debe visitar China, Japón y EEUU para poder tener oportunidad de batirse a duelo con el rey del muay thai, Sagat.
Street Fighter incorporaría en su dinámica características que luego heredarían los juegos de pelea posteriores. Desde los ubicuos y famosísimos Hadoken y Shoryuken hasta la distribución de los botones que separaba puñetes y patadas de acuerdo a su intensidad.
Sin embargo, la imposibilidad de incorporar elementos tangenciales (un argumento más truculento, profundidad psicológica a los personajes, etc.), causarían la insatisfacción de Nishiyama-san, que decidiría abandonar CAPCOM para incorporarse en las filas de SNK.
Ya instalado en SNK, el desarrollador pondría manos a la obra en seguida con Fatal Fury, su magnum opus.
Fatal Fury: El lobo hambriento emerge
Fatal Fury agrupa todas las ideas que no obtuvieron luz verde para Street Fighter. En palabras del propio Nishiyama, su primera creación para SNK es la secuela no oficial de su ópera debut (Street Fighter), que hubiera confeccionado para CAPCOM de haber tenido carta blanca. Y en términos comparativos, tal afirmación es evidente: Street Fighter II de CAPCOM es básicamente una reproducción robustecida de su predecesor. Fatal Fury, en cambio, es un paso adelante.
Y me remito a las pruebas. Primero, el protagonista deja de ser un karateca empecinado en luchar porque sí, y se convierte en un huérfano víctima de una tragedia, que se cachuelea con trabajos pesados para subsistir, mientras entrena sus puños en la lucha callejera para vengarse del asesino de su padre.
Terry Bogard es su nombre y su estampa lo delata como miembro ejemplar de la clase trabajadora norteamericana: polo blanco sin adornos y con las mangas rasgadas, chaleco rojo, jean azul desgastado, zapatillas de tela tipo Converse y una vistosa gorra rojiblanca que lo acompañara siempre. Como aliados contará con Andy Bogard, su hermano menor, diestro alumno de un estilo de lucha ninja; y Joe Higashi, el actual campeón mundial de muay thai.
South Town, la horrible
Otra pieza crucial es el universo donde se sucede la acción: la ciudad ficticia de South Town, situada en algún lugar de la costa estadounidense. Este único espacio abandona los parajes exóticos alrededor del globo para enfocarse en los rincones sórdidos de una urbe acordonada por el mar y erosionada por la mafia (no, no es Lima, pero se parece).
Añádanse a esta metrópoli una galería de personajes que, en vez de artistas marciales, son auténticos parias de la sociedad: Duck King, un bailarín callejero de breakdance; Raiden, un cachascanista venido a menos que se esconde tras una máscara; Richard Meyer, un maestro de capoeira retirado que regenta el restaurante Pao Pao Café; Billy Kane, un aficionado al hardcore punk venido de Inglaterra para dedicarse al crimen organizado.
Finalmente, está el villano entre villanos: Geese Howard, el despiadado gobernante de facto de South Town. Sin duda, se trata de una figura endiabladamente célebre y un eterno favorito de los fans de los videojuegos de lucha. Y no es para menos, teniendo en cuenta las cualidades que lo conforman: desde su origen trágico como hijo bastardo, sumido en el abandono, por lo cual posteriormente quedaría huérfano de madre; hasta su fallida tentativa parricida, echada a perder por intromisión de su despiadado medio hermano, Wolfgang Krauser.
Geese Howard… ¿villano otaku?
Es oportuno enfocarse, además, en su apariencia: su ascendencia anglosajona se refleja en la cabellera lisa y dorada, y su vanidad se constata con aquella mirada altiva permanente, coronada por un peinado impecable, engominado hacia atrás.
Pero sus vestidos revelan algo más: un afiebrado entusiasmo por la cultura tradicional japonesa. Geese siempre será visto engalanado con una uwagi blanca (la chaqueta del gi, el uniforme japonés de artes marciales), una hakama granate (el pantalón ancho y grueso de pliegues), tabi blancos (los calcetines con división en los dedos), muñequeras púrpuras y un obi negro (cinturón de tela de extremos rectangulares).
Esta misma fijación se extiende hacia las escenografías que lo rodean: todas decoradas de arriba abajo por ornamentos orientales. Incluso su tema musical característico ostenta un leitmotiv proveniente de un instrumento de viento tradicional nipón, el shinobue.
Entonces, ¿es acaso Geese un japonófilo confeso (los angloparlantes han acuñado un vocablo propio, si bien despectivo, para referirse a los amantes de la tierra del sol naciente: weebo) o tan solo un otaku solapado?
Street Fighter II: CAPCOM contraaca
Lamentablemente, Fatal Fury no fue un éxito rotundo cuando se lanzó por primera vez. Recordemos que Street Fighter II apareció el mismo año, aunque nueve meses antes, en febrero de 1991. Si bien el título de Nishiyama contaba con un argumento más atractivo y personajes coloridos, fue CAPCOM quien excedió todas las expectativas en el terreno de la jugabilidad.
Street Fighter II avasalló a sus competidores gracias a la eficacia de sus controles y la configuración de su sistema de peleas. Fatal Fury, en cambio, era menos a atractivo para los usuarios (en una partida normal, solo se podía escoger entre Terry, Andy y Joe) y su mecánica de lucha era confusa (las batallas se daban en dos planos de profundidad distintos y los ataques especiales exigían comandos contraintuitivos.)
Aún con estas cortapisas, Fatal Fury caló hondo. La fiebre por los juegos de pelea le otorgó un espacio dentro de las preferencias del público y aquel triunfo relativo le permitió hacer el crossover hacia la televisión, primero, y a la pantalla grande, después.
En la segunda parte de este artículo, nos ocuparemos de las adaptaciones que trasladaron a Terry y Geese al imaginario fílmico de todo el mundo.