Nekojiru Gekijou: Cuando la curiosidad mató a todos, menos al gato
Japón le tiene camote al gato. Cuán singular es su aprecio de dicho felino doméstico que el símbolo nipón de la buena fortuna es uno: el maneki-neko, famoso tótem de la suerte que es representado con una pata alzada y con una moneda de oro del periodo Edo.
La estrecha relación de ambos, país y criatura, viene de antaño y no es sorpresa para nadie. Y los ejemplos sobran: he ahí el raudo gato bus de Hayao Miyazaki en Mi Vecino Totoro, o la guardiana felina y parlante de Usagi Tsukino en Sailor Moon, e incluso Doraemon, el famosísimo gato robot enviado del futuro por su dueño, para que ayude a su nieto a subir las notas del colegio.
Una característica particular se puede desprender de los ejemplos citados, y esta es la naturaleza sobrenatural de todos ellos. Sin duda, se trata de un lugar común: muchas figuras felinas ostentan una naturaleza real maravillosa. Tanto es así que incluso Netflix estrenó en el 2020 una película sobre este asunto: Amor de gata, que narra la historia de una niña capaz de convertirse en un minino blanco con la ayuda de una máscara hechizada.
No es el caso, en absoluto, de Nekojiru Gekijou, que se encuentra en la orilla opuesta de las consabidas representaciones fantásticas de dichos animales nocturnos.
Nutritiva sopa de mininos en la pantalla chica
Nekojiru Gekijou (algo así como teatro de sopa de gato) es un anime de 27 episodios de 2 minutos cada uno. Fue estrenado en el año 1999, como parte de un programa de TV conducido por la dupla cómica Bakusho Mondai. La miniserie se encargó de adaptar por primera vez los trabajos de la mangaka Chiyomi Hasiguchi, más conocida en el mundo de las artes gráficas por su nombre de pluma, Nekojiru (nuevamente, sopa de gato.)
El anime narra las desventuras de Nyako, una gatita avispada que, junto a su hermano Nyatta, se encargará de hacerle la vida de cuadritos a todo aquel que ose interferir con la conquista satisfactoria de sus travesuras. Además, el recorrido diario de los mocosos contará con la asistencia involuntaria de la madre, una hacendosa felina de carácter insobornable, y el padre, un gato desempleado y obeso que se la pasará todo el tiempo empinando el codo.
A pesar de tratarse de episodios muy breves (desde uno hasta tres minutos), la huella que imprime cada uno de ellos es indeleble. Esto se debe a que cada relato nos confronta con una visión cínica e implacable de la vida cotidiana de dos escolares de clase media. Se trata de una mirada tan apática sobre la insignificancia del hombre común que, cualquier acción, accidental o no, encaminará a las personas que se crucen con los gatos hermanos hacia un destino infeliz e incluso mortal.
La curiosidad no mató al gato
Tal cinismo se hace evidente desde el primer episodio, que se desarrolla en el colegio de los protagonistas: habiendo concluido las clases, un compañero de aula se dirige a Nyako a preguntarle sobre sus planes para el día siguiente. Ella le contesta que faltará a clases, ya que quiere pescar cangrejos de río. El niño hace visible su decepción y, acto seguido, le pregunta si es que la puede acompañar. Sin siquiera pestañear, Nyako responde: “Ni hablar, porque eres un cerdo.” (En honor a la verdad, cabría acotar que su amigo es, efectivamente, un cerdito parlante.)
Y esa es solo la punta del iceberg. Las situaciones por las que se desenvuelven los mininos oscilan desde las más pueriles (como el rechazo desbocado a la comida de un familiar) hasta las más atroces (como el homicidio consecutivo de ocho personas, con la ayuda de un tractor gigante). La violencia explícita, la crudeza de los sucesos y la sorpresa de las víctimas (cuyas reacciones incluyen el rencor, el desconsuelo o la más plana indiferencia) le otorgan al conjunto un clima absurdo que alcanza picos desternillantes. Aquí la comedia no tiene bandera ni principios.
Gatos de culto en formato OVA
Por otro lado, cabe anotar que Nekojiru Gekijou no es la única adaptación alrededor de la obra de Chiyomi “Nekojiru” Hasiguchi. Un cortometraje de 34 minutos, intitulado Cat Soup (Nekojiru Grass), se estrenó en el mercado de video en el 2001. La producción estuvo a cargo de la casa de animación J.C. Staff, que tiene entre sus franquicias más conocidas a animes como Revolutionary Girl Utena o Food Wars. El director del film fue Tatsuo Sato, el mismo responsable de la realización de Martian Successor Nadesico, la célebre space-opera noventera que homenajea y parodia al mismo tiempo a otros colosos del género, como Macross, Gundam y Space Battleship Yamato.
Esta OVA se aleja del carácter lenguaraz y la chispa jocosa de la obra original. Más bien, es una adaptación libre en clave surrealista, donde los hermanos gatunos llevan a cabo un viaje de carácter astral, alternando así el mundo de los vivos con el de los muertos. Personajes célebres de la adaptación televisiva también concurren (los padres, el amigo cerdito), pero lo hacen brevemente y sin mayor relieve sobre el curso del relato.
La cinta contiene muchos elementos afines a su fuente impresa. Sin embargo, la sustancia fundamental, ese humor caricaturesco que era enfatizado por su perfidia infantil, está ausente. Por el contrario, ahora prevalece el aspecto visual, con una estética similar a la de clásicos de la animación francesa, como El Planeta Salvaje (1973). El carácter de la anécdota es hermético, y posee una atmósfera onírica y solemne. Esa seriedad desentona con los personajes, y por ende la violencia se torna densa y un tanto gratuita.
Aún así, la gran mayoría de escenas que compone Cat Soup son de antología. La infinidad de cuadros alucinados que se suceden uno tras otro le ha garantizado a esta pieza un culto único entre los feligreses del cine bizarro. No es para menos. La textura expresionista de las figuras, sumada a un cromatismo de carácter tenebrista, hacen del film una experiencia inquietante e impredecible. No es frecuente encontrar encarnaciones tan vívidas del mundo de los muertos.
Nekojiru Gekijou: vida después de la muerte
Es probable que la perspectiva nihilista que adoptaron la serie y el ova se deba al pesimismo inflexible de la autora del manga original, Nekojiru. Si bien en sus primeras obras (una suerte de bitácoras que registraban su día a día, y donde la mangaka se dibujaba a sí misma como un gato) su apatía no era evidente, es a partir de la creación de Nyako y Nyatta que su desidia por lo ordinario surge. En los títulos Nekojiru Udon, Nekogamisama o Nekojiru Dango prevalece la indiferencia por todo tipo de ansia humana, sin distinción entre necesidades elementales como el hambre, o sentimientos nobles, como el amor al prójimo.
Lamentablemente, esa misma indolencia se reflejó en la propia vida de Nekojiru. La mangaka, nacida el 19 de enero de 1967 con el nombre de Chiyomi, se quitaría la vida treinta y un años después, el 10 de mayo de 1998. Desde ese momento, su esposo, Yamano Hajime, adoptó el alias Nekojiru-y en honor a su pareja, y se encargó de reeditar sus obras completas, además de continuar las aventuras de los mininos Nyako y Nyatta. Gracias a aquel esfuerzo, el legado de Nekojiru, contra todo pesimismo, permanece vivo hasta el día de hoy.
No hay que confundirse. No es Nekojiru Gekijou una oda a la indolencia ni la malicia. Más bien, todo lo contrario: es una celebración a la niñez más insumisa, aquella que se regocija con travesuras inocentes. Los irreverentes mininos de Nekojiru-san reflejan la mirada cándida del infante que abre los ojos por vez primera: la de un recreo eterno y sin consecuencias.