Paradise Kiss
A principios del año 2005, FUJI TV inauguró una sección especial en su programación. Dicha sección estaba destinada a ser un espacio para exhibir animación que escapara al público usual y mayoritario de este medio (adolescente masculino). Así nació noitaminA (“Animation” escrito en reversa) en horario cercano a la medianoche. Para el último tercio de ese año, la primera teleserie en salir al aire en el horario asignado al proyecto, “Honey & Clover”, estaba terminando su primera temporada. Le tomaría la posta la adaptación del manga de una mujer a la que en los noventa ya le habían animado un par de sus creaciones, Ai Yazawa. “Paradise Kiss” salió por la señal de FUJI TV en octubre y llegó a los 12 episodios. Animada por estudio Madhouse y con la dirección de Osamu Kobayashi, fue la segunda teleserie del espacio NoitaminA.
En un soleado día en la ciudad, Yukari Hayasaka, una adolescente de oscuro cabello largo y traje escolar, camina por la calle entre el mar de gente con rostro apático y hasta fastidiado cuando escucha un voz que la llama de súbito. Creyendo que es algún tipo interesado en coquetearle, trata de ignorarlo, hasta que es detenida por el brazo. Ella, comprensiblemente enojada, voltea e intenta dejarle en claro que no desea salir, pero se autointerrumpe al darse cuenta que el joven que la ha parado lleva piercings en la cara, el cabello largo, y viste como un rockero. Un poco asustada, sólo atina a correr. De pronto, choca con alguien. Ella se disculpa y se dispone a continuar, pero el tipo le grita a la persona con la que chocó, a la que llama Isabella, que la atrape. Yukari cree que esta otra persona de apariencia particular es un dios de la muerte y se desmaya en sus brazos. Al despertar, se encuentra en un lugar parecido a un bar. Ahí, el tipo de los piercings, Arashi, una menuda y pelirosa chica en vestido de igual color, Miwako, e Isabella le explican que pertenecen a la escuela de diseño Yaza y que querían hablar con ella para que fuera la modelo del vestido que están confeccionando para el final de su curso. Yukari rechaza la oferta, entra en una discusión con Arashi y se va enojada. Más tarde, se da cuenta que ha perdido su libreta de identificación y que posiblemente tenga que volver para reclamarla. Al salir de la escuela, un tipo apuesto y algo extravangante en el vestir la espera cerca de su auto: es Jouji, compañero de los otros tres. Este la convence de que lo siga si desea recuperar su libreta, lo que la llevará a reconsiderar la propuesta hecha. ¿Cómo cambiará el futuro de Yukari después de encontrar a estas personas? ¿Cómo se lo cambiará a ellos?
«El pequeño sótano estaba alejado de la avenida principal, en el centro de un laberinto de callecitas. Para llegar, tenías que bajar unas gradas hacia una puerta linda y pequeña. A través de las paredes de estridente color rosa, con el aroma como de galletitas chinas, resonaba la voz histérica de un cantante. A aquel lugar que parecía un escondite, le llamaban “atelier”». Estas son las palabras con las que Yukari nos recibe nada más iniciar el primer episodio. Reflejan algo de alegría, pero sobre todo nostalgia, que no llegamos a comprender del todo, pero que significarán mucho en retrospectiva. El “Atelier” (palabra francesa para designar el estudio o lugar de trabajo de un artista) no sólo es un lugar físico, es la memoria de un tiempo. Los símbolos evidentes de esto son las mariposas dibujadas en el camino de gradas hacia su puerta y esa luz dirigida a un punto específico en la entrada. Sobre las primeras, si uno ha estado en contacto un tiempo con la cultura japonesa, se habrá dado cuenta que aparecen en muchos de sus productos; las mariposas representan transformación. Por otro lado, la luz en la entrada cae de tal forma que crea un corazón. Llegar al “atelier” representa ese momento (o los muchos momentos) en la vida en el que nos llega la oportunidad de cambiar, así como sucede con Yukari. También es el lugar en donde conocimos el amor, no sólo el romántico, sino también el fraternal, pero sobretodo el propio.
Ya en “Paradise Kiss” (o “Parakisu” para los amigos), veremos como la serie presenta el drama: sin exaltación excesiva. Algunos ejemplos: en los primeros episodios, hay un reencuentro entre dos personajes, ambos no se han visto en un par de años y terminaron su relación de forma un poco dolorosa; no esperaban reunirse, pero sucede por intervención de una tercera. Lejos de exteriorizarse con dramatismo exagerado, se toma el asunto con calma y las personas hablan como seres civilizados. En otro momento, Yukari es reprendida por su madre y esta le suelta una bofetada. Yukari lo narra sin mucho sentimiento, no porque no le afecte emocionalmente el castigo, sino porque su mente está viendo, en ese momento, circunstancias mayores. Y así en otras situaciones. El material empleado en los tres primeros episodios de “Paradise Kiss” podría haber sido utilizado, por ejemplo, en un shoujo clásico (sin desmerecer el género) con encontronazos, malentendidos y gente ocultando lo que siente por toda una temporada, pero la serie trata de ser más directa, más con los pies en la tierra.
Los personajes son vitales en esto: Yukari, apodada Caroline o Carrie, encuentra a este grupo de gente que lleva su vida de forma diferente a la suya y cuya visión de futuro le es ajena. En especial, su relación con Jouji, también llamado Georgi, es lo que hace que se abra a nuevas experiencias y vea que no sólo existe un camino en el mundo. Ambos están bien trabajados, son complejos y uno, como espectador, se verá en un tira y afloja sobre que tanto le agradan o desagradan sus actitudes y decisiones (muy especialmente en el caso del segundo). Y con los secundarios (Arashi, Miwako, Isabella y Hiro Tokumori), cuando no se les está dando el protagonismo de alguna escena, se pueden ver indicios de personalidades con matices.
Internándonos un poco en la producción de la serie de TV, encontramos a Osamu Kobayashi, cuyos trabajos más notorios en dirección hasta el 2004 habían sido los cortometrajes “Table and Fishman”, parte de la compilación de cortos “Digital Juice”, y “End of the World” (ambos con el estudio 4°C). Luego le llegaría la oportunidad de estar a cargo de un proyecto con más gente y de mayor duración: la teleserie “BECK: Mongolian Chop Squad” (2004) de estudio Madhouse. Al terminarla, con la experiencia ganada y nuevamente el apoyo de Madhouse, decide continuar en televisión: es así que se echa a andar el proyecto “Paradise Kiss”, basado en el manga de Yazawa.
Ai Yazawa empezó la publicación de «Parakisu» en “Zipper” (una conocida revista japonesa de modas) y en el año 2000 salió a la venta el primer volumen recopilatorio. Llegarían a ser cinco en total. Aunque antes, ya había escrito una serie manga en el mismo universo: “Gokinjo Monogatari” («Historias del vecindario»). Este es un shoujo, adaptado también a una serie de TV en los noventa por Toei, que ocurre muchos años antes de “Paradise Kiss”, aunque no es necesario revisarlo para comprender tanto el manga como la teleserie. Para estar seguros de las decisiones tomadas durante la producción, el director contó con la presencia de la autora, y los cambios realizados fueron acordados entre ambos.
Para los diseños de la ropa de ”Parakisu” se contó con un diseñador que adaptó los trabajos de Yazawa, algo que fue sencillo ya que a la mayoría de modelos no se les hizo mayores cambios. El diseño de personajes corrió a cargo de Nobuteru Yuki. Y se nota: es un gusto ver los primeros planos de los rostros de los personajes: hay especial atención en los ojos y los labios. Por eso es una lástima cuando los cuerpos y caras no pueden mantener sus formas en la mayoría de planos conjuntos o abiertos (algo que parece ser una tara más o menos común incluso en producciones con buen presupuesto). Un par de puntos fuertes y que no deben dejarse sin mencionar son el opening y el ending. La música sintética de “Lonely in Gorgeous” de Tommy february6, una de las personalidades artísticas de la cantante Tomoko Kawase, cae muy bien para abrir los episodios, así como el montaje de imágenes que le hace juego. Y el cierre, “Do You Want To” de la banda escocesa Franz Ferdinand, se cuela con facilidad en los segundos finales de cada capítulo, excepto en uno o dos en el que aparece casi por sorpresa. Cabe señalar que es muy probable que el espectador no quiera saltarse ninguno de los dos en cada entrega.
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Pero no todo va tan bien como quisiéramos. Aunque se pudo sentir algo en uno de sus primeros episodios (el tercero), la sensación de que se está corriendo en el último es notable. Esto quizá le viene de su necesidad de ser fiel al manga, pero quedarle poco tiempo: intenta meter todos los hechos del final de la historia aunque se sientan poco sólidos, hay dramas que de pronto estallan y se solucionan rápido porque parece que tenemos que darles un final a todos. Esto es más visible con los personajes secundarios. Tal vez con un episodio más, todo se habría sentido más consecuente. Pero es lo que hay. Para los que deseen más detalles en el último tramo, pueden recurrir al manga: los hechos fundamentales no cambian, ambos terminan igual, pero se da más tiempo y hay más explicaciones. Este es, posiblemente, el mayor traspié de la serie («Sakamichi no Apollon» se toparía con dilema similar para su último episodio, pero las decisiones tomadas por Shinichiro Watanabe y su equipo son mucho más satisfactorias en comparación: cambia los hechos de la historia original, pero mantiene la esencia, para llegar a la misma conclusión de forma coherente y más económica).
Con todo, “Paradise Kiss” es recomendable si te agradan las series que tratan de forma seria las relaciones sentimentales al entrar a la juventud; en las que los personajes se cuestionan qué es lo que realmente quieren hacer con su vida en una etapa muy sensible y con la que resulta fácil identificarse; porque quién no se ha dicho alguna vez, como repiten ciertos personajes de otra teleserie sobre el cambio: «¿esto es lo que quieres o es lo que otros esperan de ti?».
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