Asqueroso y perturbador

 Asqueroso y perturbador

Una de las formas en las que suele justificarse la crudeza exagerada de ciertos títulos de manga es alegar la existencia de una tradición nipona de representaciones de la crueldad (dentro de la cual se encuentran, por ejemplo, las colecciones de grabados conocidas como muzan-e, publicadas durante los periodos Edo y Meiji). Otra manera de hacerlo es asignar a la violencia un rol contestatario (respecto a la industria o a la sociedad), lo cual se sustenta con la afirmación de que los sentimientos de ansiedad y extrañamiento provocados por imágenes fuertes harán al espectador escéptico a las versiones idealizadas del ser humano, presentadas como fantasías escapistas y anestésicas.

No obstante, en una sociedad basada en la moda y la demanda, es menos ingenuo pensar que si algún tipo de material se sigue produciendo y distribuyendo de forma constante, es por la existencia de un nicho de consumidores establecido. En el caso de los contempladores de la crueldad, el placer resultante es de tipo libidinal, derivado de reacciones similares al goce erótico y desencadenadas por emociones violentas; asimismo, la escenificación sádica puede ayudar a reconducir las energías autodestructivas y antisociales para suscitar una catarsis en el espectador.

Como observa el estudioso Román Gubern en La imagen pornográfica y otras perversiones, el aumento de permisividad en los medios suele obedecer más a motivos comerciales que a una promoción de libertad autorial. El mismo autor señala, además, que la imagen violenta no es artística per se, como concluye de su experiencia con dos cintas de la serie Face of Death (videos recopilatorios de muertes documentales). Para él, en lugar de presentar la supuesta estética de la muerte sostenida por los aficionados, las secuencias exponían una brutalidad banal y patética, carente de belleza técnica o narrativa.

Bajo estas consideraciones, la idea del eroguro como una expresión de arte antisistema resulta opinable. Podría señalarse, además, que si bien los reivindicadores de esta postura enfatizan su papel contracultural durante el periodo posterior a la ocupación estadounidense, la búsqueda de los antecedentes del eroguro remite a una estética burguesa influida por el hedonismo nihilista importado de la República de Weimar. Durante la segunda guerra mundial y el periodo posterior a esta, el eroguro sobrevivió en la narrativa de Edogawa Rampo, tras lo cual se mudó al pinku eiga japonés (cine erótico) y luego a la historieta.

Originalmente el término completo era ero-guro-nonsense, el cual indica que junto a las escenas de sexualidad aberrante debían presentarse elementos oníricos o fantásticos (en este género la fantasía se confunde y mezcla con el nonsense). Estas coordenadas son observables en clásicos como Tokyo Akazukin y en las obras de veteranos como Shintaro Kago.

Mangaka visceral: Shintaro Kago

La carrera de Kago inició en 1988, con un pequeño comic de ocho páginas titulado “Uchu dai sasuken” (traducible como «Star Trek»), una burla al optimismo antropocentrista ejecutada desde el género del space opera. Este breve manga fue publicado en Comic Box, pero, más adelante, Kago trabajaría también en otras revistas, como Manga Erotics, Cotton Comics, Young Jump —la versión madura de la Shonen Jump— y la underground Garo. A esta producción deben sumarse los doujinshis autopublicados, así como ilustraciones y miniaturas de su diseño.

Aunque ahora es reconocido como un mangaka de culto, inicialmente su vocación estuvo orientada al cine. Tal como afirma en sus entrevistas, de niño no era un lector asiduo de comics, y su pasión por contar historias nació del encuentro con las películas de Monty Phyton. No obstante, su escasa inclinación a socializar y la falta de recursos económicos que suponían para él rodar un filme amateur lo llevaron a preferir el solitario oficio de historietista.

La elección fue, en realidad, acertada. El comic no solo le permitió prescindir de actores para dar vida a sus personajes, a través de él pudo dar vida a fantasías tan complicadas como grotescas sin la necesidad de aparatosos procesos de maquillaje o efectos especiales.

El estilo de Kago se compone de humor negro y representaciones sórdidas de sexualidad, violencia y defecación. Aunque los largos chorros de pus disparados como látigos y las desemembraciones báquicas no sean algo extraño en el eroguro, en el caso de Kago, el conocimiento de la perspectiva y la fascinación por la anatomía interna les otorgan un valor agregado. Su comicidad, además, no es arbitraría; en varios de sus trabajos es el método para caracterizar a una maquinaria social perversa, así como para cuestionar la presunta superioridad del hombre dentro de la creación. El humor escatológico resulta coherente con lo que podría considerarse su diagnóstico sobre el mundo: varias de sus historias presentan la normalización o el enaltecimiento de fluidos y excreciones corporales, que por su cercanía a la carne en descomposición pueden asociarse a la perecibilidad y a la muerte.

La instrumentalización de los cuerpos aparece como un tema recurrente en la obra de este mangaka: desarrollo de tecnologías basadas en el reciclaje órganos y cuerpos gigantescos, modificación de la propia anatomía para encajar con una moda o para agradar al ser amado, o el asesinato y el descuartizamiento como espectáculo mediático, por ejemplo. Como lo ha señalado el reseñista Eudald Espulga del sitio de Play Ground (“Siete cosas horribles que pensé al leer por primera vez a Shintaro Kago”), la imagen del cuerpo humano manipulado puede presentar varias interpretaciones. Así, como señala en su artículo, es posible atribuirle el peso de la fantasía suprema del capitalismo productivista: la trasformación del hombre en un medio de producción, reciclable y desechable a conveniencia. Bajo el mismo símbolo se representa a la ciencia como una entidad deshumanizada, servidora de las necesidades del utilitarismo. La construcción de un sistema ficticio de abuso sistemático se dirige a una caracterización de la maldad como un ejercicio puramente racional: «El sadismo en Shintaro Kago pide conciencia e ironía, los ejecutores de la crueldad no son salvajes o brutos sino seres despiadadamente inteligentes».

Hay que agregar que muchas obras de Kago conservan la dimensión del nonsense a través de los procedimientos metafictivos. En Fraction, su autoinserción como personaje le permite dar al lector una cátedra acerca de la importancia de los espacios en blanco entre las viñetas, con teorizaciones significativas para revelar el misterio principal de la historia. Las referencias a los elementos de la página se presentan también en “Reproducción por mitosis” (no pude encontrar el título en japonés), donde se muestra un universo hipotético de viñetas tridimensionales, en el que la coherencia de las representaciones entregadas al lector esconde una fealdad enfermiza.

Obras más conocidas

Super Conductive Brains Parataxis

En el futuro los seres humanos han adoptado una tecnología basada en la extracción de partes corporales de una raza de gigantes aparentemente artificial. Engendrados y criados en fábricas, estas criaturas son mutiladas de forma sistemática para construir los grotescos aparatos que preservan nuestro confort. El comic presenta varias historias ubicadas en el mismo universo ficticio.

Fraction

Mientras un asesino de mujeres que corta a sus víctimas por la mitad hace de las suyas en Japón, el mangaka Shitaro Kago propone a su editora la publicación de una historieta de misterio basada en los homicidios recientes. Lo que ignora el dibujante es que el criminal ha iniciado su propia búsqueda: la de un hombre que está imitando su método.

Harem End

Un grupo de asesinas a sueldo se encarga de liquidar a hombres por encargo. Tras obtener un fingido harem (con personajes fantásticos incluidos), estos desgraciados sufrirán una prolongada tortura antes de morir. No obstante, la situación del equipo se complicará tras su encuentro con un miembro del misterioso estudio Freaks, el cual capta y asesina seiyuus con el propósito de usar sus cadáveres para hacer animación, y se ha propuesto rodar un proyecto con las bellas sicarios para vengar a su antiguo integrante.

La formidable invasión mongola (Choudouryoku Mouko Daishuurai)

Una reconstrucción ucrónica de episodios importantes en la historia universal: el establecimiento de la dinastía mongola en China, la expedición de Vasco de Gama a la India y el despegue de la Revolución industrial. El descubrimiento de gigantes que regeneran partes de su cuerpo y cuyas manos cortadas pueden usarse como monturas eficaces cambiará el destino de las civilizaciones de Asia y Occidente, especialmente cuando los técnicos descubran que es posible crear bestias modificadas a partir de estos titanes.

Novia ante la estación y otras historias (Ekimae Hanayome)

Una recopilación de quince historias autoconclusivas. Da una visión en conjunto del arte de Kago y de sus opiniones: desde críticas a instituciones sociales como el matrimonio, hasta un abierto desagrado por el deseo juvenil de encajar en un grupo. El mangaka se complace en la deformación de objetos cotidianos para mostrar una realidad desagradable. Otras colecciones recomendables para los interesados son Reproducción por mitosis y otras historias y Fetus Collection.

Valoración personal

Como lector, tengo opiniones encontradas sobre este artista. Por un lado, hay una sincera tendencia a la crítica social y a la de la industria del entretenimiento otaku; además, las ilustraciones realmente son capaces de despertar el sentimiento de fascinación morbosa que su autor busca en los lectores. Como narrador gráfico, Kago posee también una ingenio poco común para manipular los recursos de la página: configuraciones sencillas como las tradicionales divisiones en seis u ocho viñetas comparten espacio con disposiciones experimentales como las de «Blow Up» (una excusa para dibujar páginas con aumentos exponenciales en el número de cuadros). Habría que añadir que no es necesario buscarle una verosimilitud sólida a estas historias, ya que el nonsense se basa concesiones de la coherencia interna a favor de la imagen.

Por otro lado, sus críticas no suelen pasar de una experiencia disfórica; muchas veces, incluso, se las sacrifica a favor de gags surrealistas (entonces es común encontrar la línea «Who cares?» —»¿A quién le importa [lo que estábamos haciendo hasta este momento]?»—, o una similar, en las traducciones). En realidad, las historias de Kago no superan el nihilismo; en algunos casos, incluso, se limitan a reformular a partir del extrañamiento ideas a las que el autor debería mostrarse contrario por su orientación. Fragment, por ejemplo, culmina con la formación de una conspiración de siameses inseparables para hacerse con el control del mundo. La moral de la historia parece un poco retrógada respecto a la del filme que inspiró al mangaka: Freaks. Mientras que la cinta cuestiona el lineamiento tradicional que vincula a la belleza con la bondad a partir del tropo del «monstruo inocente», el manga de Kago termina en una fantasía similar a las de los franceses medievales, que culpaban a los leprosos y judíos de envenenar el agua para hacerse del control del país (delirio que culminó con la invención de la leyenda del aquelarre y que es un probable antepasado de las modernas teorías de conspiración). La imagen de los siameses galopando con una furia delirante me pareció bastante intensa (guarda algunas semejanzas con una de las viñetas finales de Gyo, y ambas, con una obra pictórica que se me escapa), pero no sobrepasa la fascinación por lo grotesco.

hikimole

Mamífero aficionado al manga, cómic y a la animación en general. Escribe lo que puede acerca de lo que le gusta.

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