Kurozuka

 Kurozuka

Dirigida por Tetsurou Araki y producida por estudio Madhouse, “Kurozuka” es una serie de TV de 12 episodios estrenada en el 2008 y que se transmitió por la cadena japonesa Animax.

(Izq. arriba) Portada del libro. (Izq. abajo) Portada del primer volumen del manga. (Der.) Imagen promocional de la serie de animación

Japón, finales del siglo XII. Mientras huye por unas montañas boscosas en compañía de su fiel sirviente Benkei, Minamoto no Yoshitsune, también llamado Kuro, es atacado por unos extraños soldados. Kuro no los reconoce como enviados por su hermano, su perseguidor, aunque piensa que podrían ser de los muchos enemigos que tiene ya. Una vez vencidos, Benkei sugiere pasar la noche en una casa que divisa a lo lejos, y así un debilitado Kuro pueda descansar; allí son recibidos por una amable y muy hermosa mujer llamada Kuromitsu quien accede a darles cobijo bajo la condición de que no se acerquen a la habitación que está en el fondo de la casa. Al día siguiente, la situación de Kuro empeora y Benkei decide ir a buscar medicinas; ya solos, Kuro y Kuromitsu descubren la fuerte atracción que hay entre ellos. Esa noche, Kuro se despierta y, movido por un sonido, se dirige a la habitación prohibida, en donde se le revela el secreto de Kuromitsu y, poco después, enemigos suyos y soldados como los que enfrentó antes atacan la casa. Así inicia una trágica historia de amor y búsqueda que se expandirá por siglos.

¿Cómo nació esta historia? “Kurozuka”, la serie de animación, toma como base la novela homónima escrita por Baku Yumemakura, un prolífico autor que cuenta con más de 280 libros en su haber, publicada en el año 2000. De esta se hizo una adaptación al manga en el 2003 dibujada por Noguchi Takashi, que contó con 10 volúmenes. Posteriormente, en el 2008, llega la adaptación animada que, a pesar de compartir el mismo origen e intentar mantener lo esencial, difiere del mencionado manga para contar la historia a su manera. Pero Yumemakura no la ideó de la nada; muchos de sus escritos están basados a su vez en cuentos y mitología japonesa. Y esta no es la excepción. “Kurozuka”, traducido como «montículo negro», es una popular leyenda nipona de larga data y que, al igual que con el trabajo del escritor, ha inspirado a otros artistas de distintas áreas, incluyendo una puesta en escena de teatro Noh (teatro clásico japonés): “Adachigahara”.

(1) La nodriza y la niña. (2) El monje prescribe la cura. (3) La nodriza en la gruta. (4) El ataque a la mujer encinta. (5) El amuleto. (6) El horror y la transformación

 

En breve, la más extendida versión de la leyenda de “Kurozuka”, o el demonio de Adachigahara, cuenta la búsqueda de una nodriza por encontrar el remedio a la enfermedad de la niña que estaba a su cargo: el hígado de un recién nacido. Al consultar con un monje sobre la delicada salud de su hija, los padres reciben esta prescripción. Preocupados, le encomiendan esa difícil labor a la nodriza, que le tenía gran cariño a la pequeña. Pero al no encontrar voluntarios, luego de viajar por diferentes lugares durante muchos años, decide conseguirlo a la fuerza: se oculta en una gruta junto a un camino hasta que ve pasar a una mujer encinta, salta sobre ella y la mata. Entre sus cosas, halla un amuleto que reconoce como el que le entregó a la pequeña niña enferma antes de partir, y que se había convertido en esta mujer. Ante el horror de la revelación, se transforma en un monstruo y empieza a habitar cerca de montículos negros a la espera de viajeros incautos.

Por otro lado, la obra de teatro Noh cuenta como unos monjes budistas llegan a la casa del demonio de Adachigahara y lo vencen con rezos antes de ser atacados. A los que sientan curiosidad por la obra, pueden encontrarla aquí en japonés sin subtítulos («Adachigahara»).

La mención de esta es importante porque, como notará rápidamente el espectador de la serie, podemos reconocer en la animación motivos sacados de la puesta en escena. Para empezar, como antesala a los episodios, vemos a un intérprete enmascarado, propio de este tipo de teatro, que se mueve solemnemente y recita unas oraciones que sugieren (la sugerencia es una de las principales características del Noh) lo ocurrido en el episodio anterior (salvo el primer episodio, en el que es un pequeñísima introducción). Conforme avanzamos en la historia descubrimos que este no es un elemento separado, sino que se encuentra en el mismo mundo de “Kurozuka”. Esto le otorga una capa más de significado a por qué este intérprete y los que están presentes durante la puesta en escena tienen conocimiento de estos sucesos. Así también, es la voz del enmascarado la que nos recita, al final de cada capítulo, el nombre de los episodios que vendrán. Esto remarca una característica importante de la historia: la fatalidad, el destino trágico que tienen que cumplir sus personajes, los hechos ya escritos.

El director de la serie, Tetsurou Araki

Como hicimos notar antes, “Kurozuka” tuvo en la dirección a Tetsurou Araki; de hecho, este fue el tercer trabajo que tuvo a su cargo: venía de dirigir la OVA “Otogi Jushi Akazukin” (2005) que, debido a su éxito, se transformó en una serie de TV; y “Death Note” (2006), que le valió un gran reconocimiento tanto dentro como fuera de Japón. Los que hayan visto esta segunda, reconocerán un estilo visual particular que posteriores trabajos de Araki se encargaron de desarrollar y hacerlo su marca personal. “Kurozuka” no es la excepción, aunque tal vez uno no pueda darse cuenta con rapidez debido a que, a diferencia de la lucha de estrategias mentales sostenida entre Light Yagami y L en la que resaltar pensamientos y actos cotidianos (como comer papás fritas) pasan a ser momentos épicos, la búsqueda de Kuro y sus compañeros, desde un principio, está llena de momentos de acción y transcurre en un contexto en el que somos conscientes de la magnitud temporal por lo que podemos sentir que lo propuesto visualmente por el director encaja con más naturalidad. Esto no quita que en algunos de sus momentos más apacibles “Kurozuka” «delate» a Araki, momentos como arrojar una bolsa de heces y no dejar que su contenido nos toque (con fondo musical de película de suspenso para acompañar) o al probar un estofado hecho al aire libre.

En donde lo reconoceremos de inmediato será en la secuencia de apertura, que tiene un storyboard hecho por él, algo que se ha vuelto usual en sus trabajos. Para este opening, el grupo WAGDUG FUTURISTIC UNITY acompañados de Maximum the Ryo-kun (vocalista del grupo MAXIMUM THE HORMONE) canta la contundente “SYSTEMATIC PEOPLE”, cuyo repetitivo “Ready to go” no podría describir mejor el carácter del viaje que vamos a presenciar.

 

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Y por el lado del cierre tenemos «Hanarebanare» («Separados»), una muy sentida canción de SHIGI en la que vemos imágenes de una lámpara de papel en cuyas dos caras visibles están dibujados Kuro y Kuromitsu, esta última de cabeza, posiblemente para resaltar la separación a la que hace mención la letra, pero con una esperanzadora imagen final de ambos abrazados.

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Un aspecto a resaltar en “Kurozuka” es el diseño de personajes de Masanori Shino: los rostros están dibujados con realismo, pero también con suma belleza, especialmente el de Kuromitsu. Es quizá este cuidado en los trazos de las caras lo que lo hace difícil de seguir: notaremos como no se puede mantener ese preciosismo en todo momento. Algo similar ocurre con los cuerpos: la figura humana común en “Kurozuka” es espigada con extremidades largas, aunque a diferencia de, por ejemplo, los diseños del grupo CLAMP, aquí es más notoria la presencia de masa muscular. Estos detalles no parecen poder permanecer constantes y es notable en el caso de las piernas en encuadres abiertos. ¿Esto daña visualmente a la serie? En conjunto, no; aunque uno pueda notar desproporciones o malformaciones, la sensación general es que los diseños son tan buenos que inevitablemente habrá partes en donde sufrirá y es más fácil de aceptar, y a eso hay que sumarle lo siguiente: en “Kurozuka” siempre está pasando algo, salimos de una situación para meternos en otra; por lo que nuestra atención no se centrará por mucho tiempo en ello.

Y ese es otro punto (fuerte) de la serie: nos invita a estar atentos a los detalles, a los diálogos de los personajes, a dudar un poco de la situación en la que estamos, porque nos lleva de tal forma que creemos que realmente todo puede ser relevante, todo merecerá recordarse en algún punto de la historia, o que hay algo oculto que no llegamos a captar de inmediato, aunque no siempre ocurra. Incluso en los momentos en los que la maquinaria parece desacelerar y tengamos espacio para la contemplación (como el apreciar una pintura grande). “Kurozuka” es exigente en muchos momentos y es honesto con eso desde los primeros episodios, pero uno puede estar seguro de que el esfuerzo puesto será recompensado.

Williams

Comunicador, amante de los audiovisuales y las buenas historias. En constante proceso de aprendizaje.

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