Las guerreras mágicas: un final agridulce
Mi relación con los animes viene de larga data; me gustaban incluso cuando no tenía idea de qué era exactamente lo que estaba viendo y tengo una lista interminable de producciones que seguí en varias etapas de mi vida y que recuerdo con mucho cariño. Magic Knight Rayearth, o Las guerreras mágicas, como se llamó aquí, es una de ellas.
La historia, como muchas otras, nació como un manga, y con el tiempo descubrí que se publicó entre 1993 y 1996 en su presentación original. El anime propiamente dicho, ese que llegó al Perú y que muchos, lo mismo que yo, vimos semana a semana en televisión nacional, empezó a emitirse en 1996.
La premisa de Las guerreras mágicas no es muy distinta a las de otras producciones con las que estábamos familiarizados hasta entonces, y sin embargo, para mí, una niña en esa época, fue un soplo de aire fresco y, aun más, una historia con la que sentirme identificada.
En esta ficción conocemos a tres adolescentes de secundaria con caracteres y orígenes muy opuestos que por azares del destino se encuentran en la Torre de Tokio el día que la historia da inicio. Hikaru, Umi y Fü, o Lucy, Marina y Anaís para nosotros, se ven abducidas por un poder desconocido que las traslada de nuestro mundo a otro en el que impera la magia, Céfiro. Allí, son recibidas por el mago Guru Cleff, quien les hace saber muy suelto de huesos que son las legendarias Guerreras Mágicas y que el planeta necesita de su ayuda para recuperar el equilibrio luego de que su pilar, la princesa Esmeralda, fuera raptada por el que fue su sumo sacerdote, Zagato.
La labor de las chicas será derrotar al que nos presentan como el villano de la historia, rescatar a la princesa, y restaurar la paz en Céfiro. Según una tradición ancestral, el mundo necesita de su pilar, en este caso la princesa, para no caer en el caos.
Las cosas, sin embargo, no serán tan sencillas como las pinta el mago y al tiempo que las protagonistas empiezan a hacerse una idea del lío en que se han metido, tendrán que descubrir también la forma de despertar sus poderes y convocar a los llamados «genios», criaturas mitológicas que las ayudarán en su labor. Solo así podrán salvar el planeta y regresar a Tokio.
Es a partir de aquí donde las chicas inician ese «viaje del héroe», que es la columna vertebral de este tipo de historias. Lo que siempre encontré especial es que las protagonistas fueran personajes que no parecen tener mayores aptitudes para semejante labor. Todas se nos presentan con defectos, miedos, y era habitual oírlas pelear durante buena parte de la trama porque tenían puntos de vista tan distintos que chocaban una y otra vez. Y sin embargo, cuando había que hacerlo, sacaban lo mejor de cada una y nunca dudaron en enfrentar las dificultades y sacrificarse por el bien mayor y por ellas mismas, con lo que vemos un crecimiento significativo de su amistad según avanza la trama.
Uno de los puntos fuertes de la historia, además, o al menos siempre lo vi así, fue que los personajes y con eso me refiero a todos ellos, tenían muchos más matices de lo que uno hubiera imaginado en un inicio; no solo eso, sus motivaciones eran mucho más complejas de lo que parece. Ni los buenos son tan buenos ni los villanos lo son tanto. El por qué de los actos de Zagato y la complicidad de la princesa Esmeralda en los mismos se nos revela al final y supone una vuelta de tuerca tremenda en lo que habíamos creído hasta entonces.
Y eso es genial. Porque juega con tus prejuicios y con todo lo que estábamos acostumbrados a ver; al menos en lo que a animes se refería. Esa moral ambigua de Zagato, la caída de la princesa y el hecho de que incluso algunos de sus compinches respondieran más a un fin noble que interesado supuso un gran impacto en mí.
El final es agridulce porque tanto Zagato como Esmeralda mueren, y aunque con ello las chicas cumplen con su misión, terminan sumidas en el arrepentimiento porque sienten que pese a haber cumplido con lo que se esperaba de ellos, lo que hicieron no fue precisamente lo correcto.
Es entonces cuando tenemos la segunda parte que, para mí, es la mejor.
En esta suerte de continuación nos encontramos con las chicas un año después del acontecimiento, una vez más en la Torre de Tokio, para recordar todo lo ocurrido durante su visita a Céfiro. Ninguna ha podido olvidar lo ocurrido entonces y el recuerdo no las deja tranquilas, pero entonces descubren que el destino les presenta una nueva oportunidad.
Son llevadas nuevamente al planeta para descubrir que ha caído en un caos absoluto luego de la muerte de su pilar. Una vez más, son recibidas por el mago Guru Clef, quien les pide que busquen un nuevo pilar para restaurar el orden en Céfiro y no solo eso, les advierte también de un nuevo peligro: tres facciones de planetas vecinos, Autozam, Cizeta y Faren, pretenden invadirlos para ocupar su territorio.
Las chicas, ya más maduras, y con más conocimientos luego de su experiencia de un año atrás, no dudan en aceptar la misión y se embarcan en un nuevo viaje lleno de aventuras y descubrimientos.
Algo que hace que aprecie más esta entrega que la primera es que tenemos un abanico más amplio personajes y que gracias a ellos podemos profundizar una vez más en lo que para mí es lo más destacable de la historia: cómo las apariencias engañan y las motivaciones de las personas a quienes nuestras protagonistas conocen no son tan simples como ellas piensan, lo que dificulta aún más las difíciles decisiones que se ven obligadas a tomar una y otra vez.
Por ejemplo, en el caso de Lucy, ella traba una especie de amistad con Águila, uno de los enviados de Autozam, quien resulta siendo un personaje complejo y con un fin más bien noble, aun cuando este colisione con los intereses de Céfiro. Y es gracias a este contacto, además, que Lucy conoce a Latis, que es nada más y nada menos que el hermano menor del fenecido Zagato y quien siente un profundo rencor por ese sistema según el cual es necesario que un ser vivo se sacrifique para convertirse en pilar y entregar su vida al planeta privándole de vivir una vida propia como le ocurrió a la princesa Esmeralda, que fue al fin y al cabo el motivo por el que ella y su hermano tuvieron un fin tan trágico.
La honestidad e inocencia de Lucy siempre me parecieron refrescantes y eso es algo que queda de manifiesto una y otra vez en este arco argumental. A pesar de que ella y Águila son una especie de rivales y pese a que Latis no tiene ningún motivo para confiar en ellos, terminan por entablar una buena amistad que les permite conocerse mejor entre ellos y comprender por qué hacen lo que hacen. Al final, el vínculo entre ellos será tan poderoso que los impulsa a sacrificarse por el bienestar de los demás.
Podemos conocer un poco más acerca de las motivaciones de los recién llegados de Cizeta y Faren gracias a Marina y Anaís, que se ven obligadas a acompañarlos y que en el camino nos muestran las distintas aristas que componen a personajes tan excéntricos y al mismo tiempo interesantes.
En esta segunda parte, nos encontramos también con villanos mejor concebidos que en la primera. La presencia de Nova, una entidad nacida del arrepentimiento de Lucy luego de la muerte de Zagato y Esmeralda, confieren a la historia un aire oscuro importante que permanece latente hasta el final, cuando tenemos nuevamente un resultado más bien adverso.
Águila y Lucy se convierten en pretendientes a ser el nuevo pilar y luego de una lucha alentada por el creador de Céfiro, que resulta siendo Nikona, esa criatura que considerábamos inofensiva y cuya presencia era netamente anecdótica, es la segunda quien recibe el título, pero lo más interesante ocurre a continuación. Lucy se rebela y ese gesto tan simple supone toda la diferencia del mundo para el sistema que había imperado hasta entonces en Céfiro. Ella no quiere asumir esa responsabilidad y mucho menos ver morir a sus amigos sacrificados una y otra vez por una lucha injusta e inútil. Ella decide que sea el propio pueblo de Céfiro el que tome control de su destino y quienes se conviertan en ese nuevo pilar que podrá trabajar de forma conjunta para refundar su planeta.
Luego de esto, las chicas dan su labor por terminada y vuelven a casa, esta vez con la sensación de que hicieron lo mejor por los motivos correctos y que tal vez ahora Céfiro sí tenga una oportunidad de convertirse en un lugar mejor para todos.
No es de extrañar lo mucho que impresionó una historia como esta a una chica que rondaba la edad de las protagonistas cuando la vio. Me hizo pensar en la importancia de superar los miedos, el valor de la amistad, y cómo el rebelarse a las cosas establecidas puede ser necesario a veces para encontrar un equilibrio más justo.
La imperfección de las protagonistas fue también un gran plus, así como ese toque de humor siempre presente en la trama que restaba seriedad a acontecimientos que podrían haber sido más tristes. La animación llena de color, la agilidad con que se sucedían los acontecimientos, esas pequeñas dosis de romance y las batallas, sumaron para convertirla en una historia destacable que, más allá de las fallas que pudiera tener y que sin duda encontraríamos más evidentes en un revisionado luego de tantos años de creada, debe de haberse hecho de un lugar en los recuerdos de muchos chicos que, lo mismo que yo, pueden evocarla con mucho cariño.
Escrito por: Claudia Cardozo
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Recuerdo la serie cuando vi en mis primeros años de adolescencia, pero solamente pasaron la primera temporada con el final trágico que todo conocemos y no tenía idea de que hicieron una segunda temporada. La muerte de la princesa Esmeralda y Zagato fue tan impactante que causaron una lluvia de críticas negativas y por eso no transmitieron la segunda temporada y lo mas curioso es que la muerte de ambos personajes fue una referencia a la muerte de la princesa Serenity y el principe Endymion cuando el milenio de plata fue derrumbado, lo cual es irónico, ya que las guerreras mágica fueron creadas como respuesta al éxito de la serie animé Sailor Moon que también estaba siendo transmitidad en la misma epoca en que salió esta obra de las CLAMP para buscar opacar la creación de Naoko Takeuchi pero no lo lograron.