Los horrores de ser mangaka

 Los horrores de ser mangaka

En 1961, aparece Mangaka Zankoku Monogatari, de Shinji Nagashima, conocido en Japón por contradecir la imagen glamurosa de los historietistas nipones narrando las dificultades que estos debían sufrir en el ámbito profesional. Casi cuarenta años después, en el suplemento especial de Big Comic Spirit “Casual”, se inicia la publicación de Mangaka Chou Zankoku Monogatari (Historias supercrueles y terribles de mangakas), de Nawoki Karasawa, que exagera la premisa del primer trabajo, casi hasta la impiedad. Mientras que en la obra de Nagashima, las dificultades que sufren los dibujantes sirven como un medio para heroizar su vocación, en el segundo se despoja a la representación de cualquier tipo de romanticismo y se convierte a los espacios de trabajo en laberintos de frustración y neurosis.

Las historias de esta serie, cortas y autoconclusivas, aparecieron publicadas por primera vez entre los años 2000 y 2003. En el 2005 se reunieron en un único tomo, agrupadas en cinco segmentos temáticos (“Ambición”, “Aspiraciones”, “Apetito”, “Ardor” y “Angustia”). Todas ellas tratan sobre aspirantes a mangaka que fracasan en alcanzar su meta, creadores que se ven frustrados por una mediocridad inmanente o “triunfadores” que deben lidiar con restricciones editoriales o conflictos familiares causados por el trabajo. Aunque la irreverencia de las historias las torna poco creíbles y, en ocasiones, hasta las trivializa, los relatos tienen el mérito de enfocar el tema desde una perspectiva escéptica sobre las virtudes del manga como arte, la cual se manifiesta en la parodia constante de la naturaleza del oficio y de los procesos de publicación.  

De entre todas las historias que conforman la colección quisiera resaltar dos. Una de ellas es “¡Cancelado!” (el vigésimo tercer capítulo), que trata sobre la cancelación de una serie a la mitad de un arco argumental importante. Al final, el autor, frustrado por el derrumbe económico y emocional que le produce la noticia, decide usar su último capítulo para maldecir a los aspirantes a mangaka que lo lean. Los temas del rencor y las maldiciones permiten que en las últimas páginas se imite el estilo de Hideshi Hino (El niño gusano, Criatura maldita, Panorama Infernal).

La otra historia es “Señor Ahí-ahí”, el capítulo extra del tomo, que inicia con la misma viñeta con que lo hace el episodio inicial, “Sanson”. En esta suerte de epílogo se narra la experiencia de un dúo de dibujantes que, a diferencia de los protagonistas del primer relato, prefieren mantenerse al margen de la profesionalización hasta la inminente ruptura de su grupo. Lo curioso es que en ambos casos el móvil sea exclusivamente el cumplimiento de fantasías sexuales en la ficción. De esta forma, desde el comienzo hasta la conclusión de la serie, se ridiculiza la idea de vocación artística al atribuir como único móvil de los aspirantes el deseo de dibujar pornografía, que finalmente se frustra por las nuevas leyes de censura que obligan a los protagonistas a desplazarse a otros géneros.

Aunque la mayoría de reseñas de internet recomiendan que esta obra sea evitada por “casuales” y aspirantes a mangakas, no creo que estas restricciones deban acatarse. Con la advertencia de que presenta una alta dosis de humor negro y escatológico (para mayores de dieciocho años), este manga puede ser disfrutado por cualquiera que busque trabajos que estén fuera de lo que occidente considera habitual en las historietas japonesas, temática y estilísticamente.

hikimole

Mamífero aficionado al manga, cómic y a la animación en general. Escribe lo que puede acerca de lo que le gusta.

Leave a Reply