Los yūrei (fantasmas) en la historia del cine japonés de terror clásico
Buenas noches amantes del terror japonés. El presente artículo explorará el cine que tiene como protagonistas a los famosos fantasmas japoneses o yūrei que se han vuelto tan conocidos gracias el éxito internacional de Ringu de 1998. Esta es una mirada hacia los antecesores del J-horror de los noventas donde se abarcará cómo era la industria de films dedicados a los yūrei (espectros de pelo largo y negro como Sadako) producidos en Japón entre 1899 a 1977.
Pero primero: ¿qué es un yūrei?
Los yūrei son las almas de los muertos que no encuentran descanso eterno debido a un evento trágico que les ocurrió en vida, pero también por falta de una ceremonia funeraria adecuada o por cometer suicidio. Suelen aparecerse a las personas a las que guardan rencor y a las que culpan de su dolor, haciéndolo en los lugares que frecuentaban en vida. Es bastante similar a la idea de fantasmas vengativos que tenemos por estos lares.
Tradicionalmente, los yūrei son femeninos, y están vestidos con un kimono funerario, blanco y abrochado al revés. Normalmente carecen de piernas y pies (en el teatro tradicional kabuki se simula con un kimono más largo de lo normal), y frecuentemente están acompañados por dos fuegos fatuos (hi-no-tama en japonés) de colores azul, verde o púrpura. Estas llamas fantasmales son partes separadas del fantasma más que espíritus independientes. Los yūrei también suelen tener un trozo triangular de papel o tela en su frente llamados en japonés hitaikakushi (額隠). Varios son representados con cabello largo y negro (la explicación de esta representación vendrá en otro artículo). Como muchos monstruos del folklore japonés, los yūrei pueden ser repelidos con un ofuda (御札) las cuales son escrituras shintoístas santificadas.
Clases de yūrei
Mientras que todos los fantasmas japoneses se llaman yūrei, dentro de esa categoría hay varios tipos específicos, clasificados principalmente por la manera que murieron o su razón de volver a la tierra. Aquí algunos ejemplos:
- Funayūrei: Son los fantasmas de los que fallecieron en el mar.
- Ubume: Es el fantasma de una madre que murió durante el parto, o murió dejando niños pequeños. Estos yūrei suelen regresar para cuidar de sus hijos y a menudo les traen dulces.
- Onryō: Fantasma que murió mientras sentía un gran rencor y busca venganza (Sadako de Ringu)
- Zashiki-warashi: Son fantasmas de niños, más traviesos que peligrosos.
Ahora sí: las etapas del cine de terror japonés
Según José Ángel de Dios, el escritor del libro «Conexión Tokio: una mirada al cine japonés«, existen tres etapas dentro del cine de terror nipón:
- 1. 1899 hasta 1945
- 2. 1945 hasta 1977
- 3. 1977 hasta la actualidad.
Esta tercera etapa es la más conocida en la actualidad e internacionalizó a los yūrei (aunque sobre todo a los vengativos como los onryō). Por ello, en este artículo se abarcarán las dos primeras etapas que son menos conocidas, pero igual de importantes.
Primera etapa: adaptación de obras teatrales kabuki (1899-1945)
En esta primera etapa, las primeras películas de yūrei eran adaptaciones de las más famosas obras kwaidan (historias de terror del folclore japonés) existentes en el teatro tradicional kabuki. A diferencia del cine estadounidense -donde en los inicios del cine se le consideraba a este arte como una extensión de la fotografía- en Japón, el cine se consideraba una extensión del teatro. Por ello, se usaba tanto la narrativa del kabuki como la cámara en una posición estática para simular una obra de teatro. Cabe resaltar que kwaidan o kaidan consiste en cualquier historia de terror o de fantasmas, pero tiene una connotación de ser una historia oral antigua del Japón previo al siglo XIX.
La segunda película del director es “Ninjin Dojoji” o «Dos mujeres en camino al templo de Joji» también de 1899, pero esta película ya no existe, pues la idea de conservar películas vino tardíamente en la década de los sesentas (este es un fenómeno global). De esta manera, la mayoría de películas del comienzo del cine no se conservaron y están desaparecidas por siempre. En el caso de esta película, sólo se sabe que se trata de un yūrei que adopta la forma de serpiente.
Las películas de yūrei seguirían siendo recurrentes en el cine japonés hasta 1945. Un factor importante es su ambientación: casi todas las historias se ubican en el Japón antiguo, sobre todo en el periodo Edo (1603-1968). Este dato es importantísimo para pasar a la segunda etapa de la historia del cine de terror.
Segunda etapa: la censura estadounidense y la edad de Oro del cine japonés (1945-1977)
En 1945 ocurre un punto de quiebre: Japón pierde la Segunda Guerra Mundial. Con ello, vendría la Ocupación estadounidense donde los militares de ese país tendrían el poder hasta 1952, con la meta de instaurar los valores democráticos de EEUU en Japón. De esta manera, comenzó una era de prohibición y censura. Por ejemplo, en el cine ya no se podían realizar películas ambientadas en el Japón antiguo porque significaba exaltar valores tradicionales como las costumbres samurái o la lealtad al Emperador y eso era anti-democrático. Entonces, ¿cómo iban a seguir haciendo películas de yūrei si solían ambientarse en el Japón antiguo? Definitivamente el cine sufrió muchísimo, y no solo el cine de terror, sino el cine japonés en general. El género jidaigeki (drama de época) era el más popular en ese momento y ahora estaba totalmente prohibido.
Sin embargo, en 1952 los estadounidenses decidieron firmar el fin de la Ocupación en Japón (porque ahora tenían en la mira la futura guerra con Corea, por supuesto). Esta noticia significó la vuelta de la creatividad en el cine donde las historias de fantasmas volverían a pulular por las pantallas, pues ya no existía la censura militar. Aquí es donde entra en acción el maestro Kenji Mizoguchi marcando el retorno de los fantasmas en el cine japonés con su película de 1952 «Ugetsu Monogatari» o «Cuentos de la luna pálida». Actualmente, es considerada una de las obras maestras del cine mundial y también es parte del inicio de la «edad de oro» del cine japonés clásico (iniciada con Rashomon de Akira Kurosawa en 1950). En ella ya se observa un despliegue de los elementos audiovisuales en todo su esplendor y se aleja de la puesta en escena teatral de la primera etapa anteriormente mencionada. Es así como esta segunda etapa se caracteriza por la maestría de los directores clásicos que han comprendido que el cine es un arte con sus propios recursos (como la edición y los movimientos de cámara) y se pueden explorar nuevos caminos.
Esta historia transporta al espectador al periodo Sengoku, en el siglo 17, una época conocida por las constantes guerras civiles por el poder. Relata la historia de dos amigos que sueñan alcanzar la gloria. Uno es un alfarero que se dedica a hacer ollas de barro mientras sueña con ser rico. El otro sueña con ser un famoso samurái. Un día, el alfarero emprende un viaje para buscar suerte y fortuna abandonando a su familia. Es así como se encuentra con una misteriosa mujer noble y su ama de llaves quienes quieren comprarle una de sus artesanías. Sin embargo, la dama le propone que venga a vivir a su palacio. El alfarero, prendado por su belleza física, acepta y termina por abandonar a su esposa e hijo.
El retrato de los yūrei en esta película significó mucho para la historia del cine pues se recuperaba este fantasma clásico del cine japonés con los elementos característicos: cabello negro y largo, piel muy blanca, kimono blanco, etc. Además, Mizoguchi crea un ambiente tan onírico y poético que lo llevó a ganar premios internacionales como el León de Plata en el Festival de Venecia. Esta película y «Kwaidan» de Kobayashi son la piedra angular de esta segunda etapa.
La «edad de oro» del cine japonés termina en 1965 cuando la televisión comienza a ganarle terreno al cine. Es en ese año cuando se estrena «Kwaidan» de Masaki Kobayashi, una de las películas más influyentes sobre yūrei y que termina por consolidar este género como uno de los más importantes en la historia del cine nipón, pues la producción de estos films era alta y la asistencia del público a las salas también.
El fin de la segunda etapa viene de la mano de «Hausu» de 1977
Finalmente, llegaría 1977 y con él Hausu de Nobuhiko Obayashi, una de las películas más bizarras del cine japonés y eso es decir mucho. La innovadora propuesta del film marcaría el final del cine clásico de terror japonés y daría inicio a una tercera y última etapa, pues creó una nueva forma de entender el cine en general.
Hausu narra la típica historia convencional de una casa embrujada, pero con puros efectos psicodélicos. Trata de una colegiala llamada Precious y casualmente es sumamente bella. Ella se entera que tiene una nueva madrastra por lo cual decide irse a la casa de campo de su tía enferma, con sus 5 amigas: una se llama Prof (y es justo una chica muy aplicada en los estudios), otra se llama Melody (que tiene una afinidad por la música), Kung Fu (que es muy atlética y buena en kung fu), Mac (que le encanta comer) y Dulce (que es sumamente dulce y kawaii). Toda la historia transcurre en esta casa donde se encuentran cara a cara con eventos sobrenaturales mientras son devoradas una por una por seres sobrenaturales, entre ellas un yūrei que termina siendo uno de los personajes principales.
Ya no se recurre al Japón antiguo para situar las historias de fantasmas como en la etapa clásica. Es el inicio de los relatos modernos donde el pozo del castillo se ha transformado en un televisor. O donde el campo donde vivían los yūrei es ahora una ciudad moderna. Este profundo cambio merece todo otro artículo en un futuro cercano. ¡Estén atentos!
Si deseas adentrarte más en este submundo, Sugoi te recomienda los siguientes libros que se usaron para este texto:
- Yurei, los fantasmas de Japón de Zack Davisson (Editorial Satori).
- Tokyo Connection: una mirada al cine japonés de José Ángel de Dios.