Matsuri AELU XXX, la tierra prometida.

 Matsuri AELU XXX, la tierra prometida.

En Japón, matsuri es la palabra con la cual se conoce a los mil y un festivales tradicionales que se celebran en el país del sol naciente. En el Perú, matsuri significa algo muy especial: el momento de volver al Estadio del AELU al festival anual en el cual se celebra la gastronomía, la música, los shows y las diversas manifestaciones de la cultura nikkei; ah, y también a beber sake, pasarla bien en buena compañía y al final ver los hanabi (fuegos artificiales).  

El anterior Matsuri sucedió en tiempos más inocentes, épocas donde teníamos cierta seguridad del destino del país y del mundo, estamos hablando del año 2019. Tres años después, tras haber superado la durísima prueba de una pandemia global, era hora de volver a la normalidad. Sabado 19 de noviembre del 2022. Era el momento de volver a nuestro Matsuri de siempre: el Matsuri AELU edición número 30. «El Matsuri del reencuentro»

Era momento de volver a la tierra prometida (en los animes).

Un simpático personaje nos da la bienvenida al Matsuri, y parece recordarnos la importancia de la limpieza en la cultura japonesa.
Los puestos de venta recibieron a los visitantes con una ambientación típica de los matsuris japoneses

El otaku y el tacu-tacu

Habrá sido la larga espera, habrá sido la nueva forma de entender la vida después del COVID-19, o habrá sido el boom de la cultura japonesa que siempre parece crecer por épocas en nuestro medio como las olas del Pacífico, pero el hecho fue que la asistencia al Matsuri XXX fue masiva, con una proporción tan otaku como nikkei, sin contar la intersección de ambos conjuntos, y con una juventud que disfrutó como si de un evento otaku se tratara.

Pero no era un evento otaku, aunque muchos de los stands vendían la mercadería típica en ese tipo de eventos, y por más que hubo una competencia cosplay y los temas anison se entonaron casi hasta el final del show de cierre del festival. No fue principalmente lo otaku lo que atrajo a esa masa mayormente juvenil y entusiasta, de ascendencia mas peruana que la papa o el tacu-tacu y que, sin embargo, degustaron cada plato nikkei, bailaron con la música de los shows, espectaron las danzas y tradiciones, disfrutaron desde el saque y tomaron sake, gritaron ¡wasshoi! al paso de los mikoshis y se tomaron fotos con los cientos de objetos típicos de los paisajes tradicionales del sol naciente.

No fueron exactamente los animes los que atrajeron a los fans de los dibujos japoneses al festival; más bien fue todo lo que, gracias a los animes, aprendimos sobre la cultura japonesa desde que éramos niños.

Desde la hora del almuerzo las mesas se llenaron para consumir los platillos nikkei. En la noche, la cantidad de gente hizo que sentarse en el pasto fuera la única manera de conseguir sitio para comer.
Incluso en un festival tradicional japonés, el anime no deja de ser figura

Cultura animada

Cada anime que hemos visto en nuestra vida nos han enseñado algo de la cultura japonesa y hemos aprendido mucho sobre ella casi inconscientemente: sus escuelas y sus uniformes, su folklore, sus monstruos y leyendas, sus templos, sus kanjis, sus costumbres dentro de casa,sus tradiciones, sus alimentos, sus templos y palacios, y para ponernos un poco meta, sus matsuris y sus mikoshis. Eso sin contar los títulos ambientados en eras históricas de la historia japonesa. Los animes nunca tuvieron temor de mostrar su cultura al mundo pensando que no iba a ser entendida por el resto de países. Al contrario, fue gracias a que mostraron todos esos aspectos tan propios de la cultura japonesa que los animes adquirieron esa orginalidad que los hizo tan interesantes y motivó a muchos a querer aprender más sobre ella.

A todo ello hay que sumarle las cientos de canciones de los animes, openings y endings que nos permitieron cantar en japonés, aunque no termináramos de entender el idioma.

Entonces, si el anime fue la guía japonesa del otaku local, el Matsuri AELU venía a ser su punto de destino, la tierra prometida: el lugar donde la cultura nipona salía del 2D del anime y se volvía real, aunque sea por un día.

«Berioska» y referencias al anime dentro y fuera de las pantallas
De arriba a abajo el escenario principal mostró todas las cualidades de la tecnología japonesa. Como una caja de luces que parece envolver a «Bentobox»

Los embajadores nipones

Todo lo anterior podría sonarle ridículo a los oídos de la colonia nikkei local: la idea de que los principales “embajadores” de su rica cultura hayan sido unas series de dibujos animados podría hacerles sentir que la tradición del país de su origen se está caricaturizando (o animando).

Más aún, es comprensible lo que habrá sentido la colonia nikkei cuando, desde inicios del siglo XXI, los otakus locales crecieron en tamaño y en organización y empezaron a asistir en cada vez mayor número a “su festival”

Pero, por suerte, el anime se ha convertido en un fenómeno global tan importante que cualquier país estaría más que orgulloso de tenerlos como medios de difusión de su cultura alrededor del mundo. En estos tiempos el Matsuri AELU valora y celebra la cultura otaku como lo demuestra la cada vez mayor presencia de temas anison en sus shows y, en esta ultima edición, un concurso cosplay.

Cercano oriente

Además los otakus locales han evolucionado, ven más allá de la superficie de los animes y a través de ellos profundizan en aspectos de la cultura japonesa como la gastronomía, historia, idiomas y tradiciones.

De tal manera que hoy por hoy, el Matsuri AELU es una fiesta tan nikkei como peruana. Donde se fusionan las culturas, se celebra lo antiguo con lo nuevo, la tradición y la modernidad y hace que quisiéramos una colonia peruano-japonesa más grande y tan inclusiva como ese día para poder entrar en la tierra prometida y no quedarnos como el patriarca que sólo pudo verla desde una montaña cercana antes de decir adiós.

Bajo el clásico grito de aliento : «¡Wasshoi, wasshoi!» se desarrolló el desfile de los mikoshis
El público se quedó hasta el final esperando a los hanabi. Pero hubo atracciones más interesantes a lo largo de la jornada.

«Peru Okinawa shikyoyukai band» («Chancho con piña» para los amigos) grupo nikkei peruano volvía de participar en un festival mundial de música okinawense en la propia Okinawa. Tienen su versión en japonés de la popular «Soy muchacho provinciano». Son un ejemplo de transfusión cultural de ida y vuelta.

La isla misteriosa

Hace más de 120 años, el Perú fue como una tierra prometida para los inmigrantes japoneses que cruzaron el Pacífico con las alforjas llenas de ilusiones. Hoy en día, la situación es en sentido inverso como el orden de la lectura nipona.

Japón es una isla y por momentos parece un sueño imposible poder cruzar sus herméticas fronteras que albergan a las mágicas tierras del ensueño otaku. En el Matsuri AELU el sueño parece posible, aunque sea antes de las 12 en que el hechizo se rompe y, como en los cuentos, el carruaje se vuelve calabaza, el rey está desnudo y el sake ya se evaporó.

O hasta que los hanabi terminan por desaparecen en el cielo de Pueblo Libre.

Gustavo Guevara (Megus)

Gustavo Guevara (Megus) . @hablamegus Es un escritor amante del manga, anime, música, videojuegos y películas retro. Coleeciona revistas antiguas. Tiene un blog dedicado a subir articulos e imágenes sobre el Perú en los años 80s y 90s https://www.facebook.com/perutreinta

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