“La naturaleza se está recuperando”: espiritualidad, sociedad y naturaleza en Mononoke Hime
“… la humanidad es el verdadero enemigo”. ¿Cuántos no hemos escuchado este discurso que ya parece cliché en estos tiempos del Coronavirus? Es cierto. Históricamente no le hemos hecho ningún favor a la naturaleza, pero es indudable que las tecnologías nos han permitido sobrevivir. Y no son solo las computadoras, carros o celulares, también son nuestras ropas e infraestructuras lo que nos ha permitido protegernos de las fuerzas de la naturaleza y los animales. En este discurso se ubica la película Mononoke Hime: ¿si las tecnologías nos han dado una mejor calidad de vida, cómo puede la humanidad reconciliarlas con la naturaleza?
Mononoke Hime, película de Hayao Miyazaki estrenada en 1997 por Studio Ghibli, presenta la intervención del príncipe Ashitaka en el conflicto que se desarrolla entre los espíritus del bosque -quienes cuentan con el apoyo de San, humana adoptada por lobos- y Lady Eboshi -gobernante en un pueblo que se especializa en la extracción del hierro y la producción de armas-. Con ello se puede apreciar una confrontación entre lo que se considera la naturaleza y lo “humano”, lo cual implica una organización social y el desarrollo de tecnologías. Pero quizás lo que resulte más llamativo al espectador será la capacidad de Miyazaki por mostrar una narrativa donde ninguna de las dos esferas es idealizada: en ambas hay destrucción, un desborde de emociones o incluso de desinterés hacia lo que sucede alrededor. Para ello tendremos que realizar, primero, un análisis de cómo se percibe la relación entre el sujeto y la naturaleza en la sociedad Occidental.
Occidente: el triunfo de la razón sobre el espíritu
A partir del s. XIX, con la introducción del método científico y el auge de la racionalidad, Occidente ha tendido a desplazar lo espiritual y lo subjetivo en favor de la ciencia. Asimismo, el auge del capitalismo creó una contraposición entre el ser humano -racional, ordenado y civilizado- y la naturaleza -caótica, “salvaje” y peligrosa-, con lo cual el primero era concebido como el centro del pensamiento y el segundo debía subordinarse en favor del crecimiento y el desarrollo. De esta manera surge un proceso de colonización, el cual se caracteriza por reducir el territorio a su productividad. Pero la separación del ser humano no solo se producirá con la naturaleza. También habrá un quiebre entre el sujeto -y su sociedad- y otros sujetos; un “nosotros” que se contraponen a un “Otro” que invita a tomar control sobre la vida y el cuerpo de determinado grupo bajo la justificación de obtener una mayor riqueza o productividad.
Un tercer efecto que se puede distinguir en el sistema de pensamiento Occidental es el de la concepción del cuerpo humano como completo y perfecto, con parámetros de lo que se considera como “normal” y “sano” -categorías designadas por lo general a partir de la capacidad productiva y reproductiva del sujeto-. Así, nace una división entre cuerpos “normales” y cuerpos “abyectos”, donde los últimos requieren de prótesis para ser considerados “productivos” y “completos”. Con todo ello, se puede intuir que hay dos formas en las que el ser humano se relaciona con las tecnologías: una incorporación de estas pero bajo el constante temor de que el ser humano se aliene; y una expulsión de la tecnología del campo de lo humano. En Occidente se puede apreciar, por lo tanto, una separación del sujeto de “Otros” sujetos o cuerpos, de la naturaleza y hasta de la tecnología.
Lo humano y la naturaleza: la propuesta de Hayao Miyazaki
En contraste con la experiencia Occidental, autores como Castro y Miner proponen que en la cultura japonesa se puede apreciar una convivencia entre la tradición y la modernidad, lo cual podría ampliarse a una convivencia entre el ser humano, la naturaleza y la tecnología.
Esto se debe gracias a las bases de pensamiento en Japón: el shintō y el budismo. El shintō, como sistema de pensamiento animista coloca al ser humano en relación con las fuerzas de la naturaleza, donde cada elemento que habita en ella se concibe como un dios, del cual el ser humano se siente bendecido por obtener bienes a cambio. Si bien esta religión reconoce la importancia del ser humano y la sociedad, estas se enmarcan en lo natural. Por otro lado, el budismo es el que brindará a la sociedad japonesa normas de organización familiar, social y de gobierno. Según Castro, el shintō será el que permitirá a la cultura japonesa no generar una división entre el ser humano y las distintas esferas con las que se relaciona, con lo cual existirá una asimilación entre lo humano, la naturaleza y la tecnología -o modernidad-.
En este contexto, Hayao Miyazaki propone en Mononoke Hime una relación entre lo humano y no humano distinta a la occidental. En la película se reconoce criaturas que han sido domesticadas por el ser humano, quien hace uso de tecnologías y vive en pueblos. Estos seres humanos se enfrentarán a la naturaleza, específicamente a aquellos seres que pertenecen a un plano espiritual o sobrenatural: los dioses y espíritus que son protegidos por otros animales. Y sobre todos ellos se sitúa el Dios Venado, ser que tiene poder sobre la vida y la muerte, y es impasible a los problemas que acontecen entre animales y hombres.
Asimismo, llama la atención cómo se complejiza el uso que hace la mayoría de personajes sobre la tecnología, en la cual entran elementos como la ropa, los edificios, las armas, el fuego y el acero. Se reconoce que estas lo han ayudado a tener cierta estabilidad y tranquilidad frente a algunos embates de la naturaleza, y han ayudado a evitar el total abandono de personas que suelen ser consideradas “impuras”, como los leprosos o las prostitutas. Pero el problema de su uso radica en que para desarrollarlo deben desplazar a las criaturas que habitan el bosque, quizás sin considerar que ellos también tienen un uso de la razón y llegan a tener una organización social –nómade, pero al fin y al cabo, responden a un líder y tienen un territorio en el que viven y que defienden–. Es así como la película de Hayao Miyazaki nos invita a revisar con mayor detenimiento el rol que cumplen las distintas cabezas de los grupos.
Más allá de los bandos: los principales actores en Mononoke Hime
A primera vista, el sentido común nos dictaría a separar a los personajes en la esfera de lo humano, la naturaleza o lo espiritual, sin un punto intermedio ni una posición fluctuante. Primero exploraremos a aquellos que se ubican en la esfera de lo humano y tienen una visión colonizadora: Lady Eboshi y Jigo.
Lady Eboshi es un personaje imponente: no le teme a la naturaleza ni a los dioses; tampoco cree en la tradición. Llama la atención la fuerza de carácter y decisión, las cuales la llevaron a establecer un próspero pueblo cuya economía se centra en la producción y distribución de hierro. En ella conforma una sociedad donde todos sus miembros (hombres, mujeres -en su mayoría prostitutas- y hasta personas enfermas –quienes serían considerados, según las categorías vistas anteriormente, como abyectas-) tienen un lugar dentro del orden social, y son percibidos como indispensables en el sistema de producción. Asimismo, le da a todos los miembros de su pueblo el poder de las armas –tecnologías-; inclusive manda a los leprosos a que adapten estas según la necesidad del usuario, como podemos apreciar en la escena donde las mujeres defienden la ciudad del intento de saqueo del Mikado. Y llama especialmente la atención la libertad con la que se desenvuelven las mujeres del pueblo: usan escote y, aun estando casadas, opinan libremente sobre el atractivo de un hombre. Todo ello podría invitarnos a pensar en una sociedad con un alto desarrollo tecnológico y que le brinda un lugar a los sujetos que normalmente son rechazados o considerados como abyectos.
Sin embargo, su pueblo y la sociedad que establece no están exentos de la misoginia y el colonialismo, como cuando algunos hombres de la ciudad toman a menos el valor del trabajo de las mujeres, o cuando Lady Eboshi es capaz de desplazar a los animales del bosque para extraer metal. Este exceso de codicia será castigado por los lobos, uno de los clanes de animales que existe en el bosque, quienes devoran su brazo.
Jigo, por otro lado, es un monje que pertenece a la organización Shishoren, o “La Alianza de los Gobernantes”. Tiene el objetivo de conseguir la cabeza del Dios Venado con el objetivo de ganar el favor del Mikado. En su enfrentamiento contra los dioses y la naturaleza demuestra que tiene conocimiento de estas esferas, y las manipula a su favor, como cuando él y otros monjes se disfrazan con pieles de jabalí para infiltrarse en el bosque, o cuando hace uso del metal para envenenar a los animales y transformarlos en demonios. Con todo ello demuestra que tiene un el conocimiento y las tecnologías necesarias para mimetizarse con la naturaleza, pero con el único objetivo de beneficiar a la esfera humana y a sus gobernantes.
En un polo “opuesto” al humano podemos encontrar a los habitantes del bosque: los animales. Ellos están integrados por los clanes de los lobos, los jabalíes y los monos. Se consideran como defensores del Dios Venado, y están al cuidado de la naturaleza y luchan contra los humanos por recuperar el territorio. Si bien se puede apreciar en algunos clanes, como el de los jabalíes y el de los lobos, un sistema de organización encabezada por un líder –semejante al de los humanos, quienes tienen al Mikado o a Lady Eboshi–, se pueden dejar llevar por las pasiones y hasta la irracionalidad. Basta recordar a Okkoto, líder de los jabalíes, quien es orgulloso y decide atacar a los humanos sin ningún plan o sin reflexionar sobre las bajas que tendría su clan luego de la pelea; o los monos, quienes creen que al devorar a los humanos adquirirán su fuerza e inteligencia. A diferencia de los otros dos grupos, el clan de los lobos caracterizan por ser los animales más astutos, pero su mayor desventaja, si hablamos de su “organización social”, radicaría en los pocos integrantes que la conforman.
Y si bien los animales dan su vida por proteger al bosque y al Dios Venado, este suele presentarse como indiferente a lo que lo rodea (1). Ante una mirada Occidental, donde se construyó una imagen de los dioses que suelen intervenir en la vida de los hombres, resulta inverosímil cómo acontece una guerra entre animales y humanos, y el Dios Venado no interviene. Sin embargo, su imagen estaría construida bajo el ideal budista de la iluminación, donde todo lo sensorial sería concebido como un engaño, así como sería un engaño pensar que todo lo material es permanente; de esta forma, a partir del desprendimiento es que se alcanzaría la verdad y la sabiduría. Se puede apreciar, entonces, que el Dios Venado interviene poco o nada en la lucha entre animales y humanos; pertenece a la esfera divina, y su rol únicamente es el de ser espectador de los eventos que acontecen a su alrededor, así como otorgar la vida o quitarla en el momento que crea pertinente. Su muerte y el restablecimiento del orden –cuando restituye el bosque y la zona depredada con el fin de producir hierro- es una nueva oportunidad que tienen la esfera humana y la natural para convivir y crear una sociedad que pueda adaptarse mejor al entorno.
Una propuesta intermedia: una sociedad distinta
Fluctuando entre estas esferas se encuentran San y Ashitaka, personajes que se posicionan entre lo humano, lo natural y lo espiritual. San, en primer lugar, es una humana adoptada por los lobos, con lo cual se vincula a la naturaleza. Sin embargo, para algunos personajes, como Lady Eboshi, ella es una víctima más de las bestias porque la obligaron a perder su humanidad. Su decisión de rechazar vivir con los humanos y todavía vivir con los lobos para defender el bosque es una apuesta por una vida nómade, así como la defensa de una vida donde el ser humano vive exclusivamente de la naturaleza, sin recurrir a tecnologías que se imponen sobre el entorno.
Por otro lado, la propuesta de Ashitaka reside en quedarse a vivir en la ciudad de Lady Eboshi y, en lo posible, reestructurarla para que puedan convivir los humanos con la naturaleza, sin que la presencia del primero no implique un colonialismo sobre el segundo. Esta esperanza se debe al lugar de donde proviene: un pueblo, aparentemente basado en la tribu de los ainu, donde se respeta el vínculo entre el hombre y la naturaleza. En ella el desarrollo de tecnologías (arco, flechas, casas) no son invasivas con el territorio donde viven; no hay por lo tanto una colonización. Asimismo, la división del trabajo no parece basarse en el género, ya que tenemos en los primeros segundos de la película chicas jóvenes que, al igual que Ashitaka, son exploradoras; incluso la figura del oráculo -respetada por su saber en medicina y religión- es una mujer, y sus resoluciones son tomadas en cuenta por las cabezas de familia, quienes son hombres. Gracias a este contexto, no encuentra extraña la estructura social del pueblo de Lady Eboshi. Por ejemplo, no desprecia el trabajo de las mujeres en la herrería de Lady Eboshi, y hace caso omiso a los comentarios sexistas por parte de los otros habitantes sobre la poca calidad de su trabajo o el deprecio que ellas le dan con su trabajo al hierro.
Sin embargo, a diferencia de su pueblo, el cual carece de cuerpos enfermos, el de Lady Eboshi los acoge y les brinda un lugar en la estructura social. ¿Será porque al estar vinculados a la naturaleza se anula la enfermedad y la muerte? ¿O acaso todo signo de enfermedad e “impureza” –o, desde otro punto de vista, muerte y abyección- debe ser expulsado? Además, se trata de un personaje acostumbrado a estar en contacto con la naturaleza y a la existencia de espíritus, ya que al inicio de la película nos muestra que sabe de la existencia de demonios, y considera normal la aparición de los kodama -o espíritus del bosque-, a tal punto que interactúa con ellos. Será esto último lo que le permitirá fungir de intermediario, junto con San, entre la esfera de lo humano, lo natural y lo espiritual.
Conclusión: Ashitaka y San… ¿“pareja fundacional”?
Podemos apreciar, por lo tanto, que Ashitaka y San son personajes que proponen a la esfera humana replantearse la forma cómo conviven con la naturaleza. Pero por ello, ante la tensión amorosa que surge entre ellos a lo largo de la película, ¿sería posible considerarlos como una “pareja fundacional”? La “pareja fundacional” es un término con el cual algunos críticos se refieren a los personajes del siglo XIX que, a partir de la consolidación de su relación, proponen la creación de una nueva sociedad y su reestructuración –no solo a nivel de económico y de clase, sino también de raza-.
La no consolidación de la “pareja fundacional”, entonces, anula cualquier propuesta de solución por parte de Miyazaki y, por el contrario, muestra un problema irresuelto para la época (1997) y que se extiende hasta el día de hoy: ¿qué posibilidades traerá la tecnología? ¿Puede esta convivir con el medio ambiente? ¿Hay posibilidad en el futuro de evitar la contraposición entre la sociedad/civilización y la naturaleza/territorio? ¿Se dará nuevamente un enfrentamiento entre ambos?
Nota:
(1) Quien haya visto Kaguya Hime no Monogatari quizás vea cierta semejanza con sus dioses.
¿Hambre de más? Te invitamos a leer los siguientes textos
CAMPOS RUNCIE, María José. 2017. El símbolo en la animación: el árbol en las películas de Hayao Miyazaki. Tesis para optar por el título de Licenciada en Comunicación Audiovisual. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación. Consulta: 8 de abril de 2019. <http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/bitstream/handle/123456789/8525/CAMPOS_RUNCIE_EL_SIMBOLO_EN_LA_ANIMACION_EL_ARBOL_EN_LAS_PELICULAS_DE_HAYAO_MYAZAKI.pdf?sequence=5&isAllowed=y>
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El presente artículo es una ampliación de:
ARANA BLAS, María Alexandra. 2019. “Mononoke Hime: una lucha entre la sociedad y la naturaleza”. Ponencia presentada en CineArte PUCP, 12 de marzo de 2019.