El Matsuri y los 70 años del AELU
Cumplir 70 años siempre es motivo de celebración. Se valora a las personas que alcanzan dicha edad, sobre todo en las culturas orientales como la japonesa, donde se considera a quienes llegan a esa etapa de la vida como una fuente de sabiduría y experiencia. En el caso de la Asociación del Estadio La Unión (AELU) haber cumplido su séptima década de existencia fue motivo de celebración a lo grande con la realización en sus instalaciones de una nueva edición del tradicional festival Matsuri el pasado 11 de noviembre.
Gigante Deportivo
El AELU fue fundado el 8 de noviembre de 1953 por integrantes de la comunidad nikkei en el distrito de Pueblo Libre. Desde un inicio la asociación fue una fuente de actividades deportivas donde varias generaciones de atletas se formaron en sus instalaciones . Con el paso de los años el AELU fue creciendo con el esfuerzo de sus asociados hasta convertirse en el enorme complejo deportivo con estadio, campos y edificaciones donde se practican una variedad de disciplinas deportivas y culturales. Además el AELU es el lugar donde se celebra cada año el Matsuri, un evento que ha trascendido al alcance de la comunidad nikkei para convertirse en uno de los eventos infaltables para los amantes de la cultura japonesa y público en general.
El 2022, tras dos años de ausencia forzada por la pandemia, el Matsuri volvió a la presencialidad en el AELU con su edición número 30 en el llamado «El Matsuri del reencuentro», fue un momento para valorar todo lo que habíamos perdido y celebrar lo que teníamos. Este 2023, año de un aniversario importante para el AELU, el nombre del festival no podía ser otro que «El Matsuri de los 70 años».
El Area Grande
Esta edición número 31 del Matsuri volvió a contar con una masiva afluencia del público. El termino «mar humano» se utiliza mucho en la prensa, pero eso es lo que se vio literalmente este año en muchas zonas del Matsuri, sobre todo en el patio de comidas donde los visitantes no cesaban de visitar los diversos puestos del festival gastronómico para luego alcanzar un sitio en las mesas para degustar los deseados platillos como obentos, sobas, yakitoris, onigiris y demás componentes de la cocina japonesa y nikkei .
Otra visitada zona del festival fue el area baiten donde diversos kioskos arreglados y adornados al estilo de un matsuri japonés se encargaban de vender la más amplia variedad de productos típicos de una konbini (tienda o bodega) como snacks, bebidas, sake, dulces, etc; así como otro tipo de bienes como adornos, ropa, peluches y mercaderías variadas.
Una importante area del matsuri fue la zona cultural donde la Asosciación Peruano Japonesa brindaba al publico la experiencia de aprender y compartir una serie de actividades culturales japonesas: caligrafía, libros, juguetes tradicionales, etc. Por otro lado el puesto de la Asociación de Recreación Histórica Peruano Japonesa presentó sus acostumbradas espadas, máscaras, kimonos y armaduras.
Tradición y Espectáculo
Como cada año, la atracción principal del Matsuri se dió en el escenario principal, una hermosa construcción de luces y sonido con la tecnología audiovisual (drones incluídos) que nos recuerda los avances del país del sol naciente. En escena tuvimos a los animadores desde el inicio presentando las exhibiciones deportivas y el show para niños. Más tarde en escena destacaron Tokio Cassette con su cuota de City Pop, la poderosa voz de Berioska y los chicos de Bentobox . La presencia del anison se hizo presente en grandes cuotas.
Mientras tanto en otro escenario se realizaba por segundo año el concurso de cosplay de Cosplay ANS y también una novedosa competencia de karaoke.
Llegado a este punto es preciso reflexionar sobre como el Matsuri ha ido incorporando actividades y temas propios de los eventos otakus en un festival que celebra la tradicional cultura japonesa y nikkei. Los defensores de la tradición pueden sentirse en desacuerdo con estas actividades «modernas», pero debemos recordar que el el anime tiene décadas de existencia es uno de los «productos culturales bandera» del Japón en el mundo. Por lo tanto, creemos, la dosis de protagonismo otaku está bien en su actual medida.
La actividad central tuvo lo más tradicional de los Matsuri: el desfile de las delegaciones y el paseo de los mikoshi a cuyo paso se escuchó como todos los años el clásico cántico de : «¡Wasshoi wasshoi!». Tal momento tuvo como maestro de ceremonias a un casi centenario Gerardo Maruy demostrando el valor de los años (y la tradición) en el mundo moderno.
Luego vino la apertura del depósito de sake para brindar con esa tradicional bebida nipona y sentirnos un momento en el país del sol naciente. Solamente se extrañó la presencia de la Princesa Kako quien había estado en el Perú hasta unos días antes regalando simpatía y distinción.
El cielo es el límite
El cierre del show artístico tuvo al trío musical Sai Shoku Kai Bin con una interpretación musical con instrumentos tradicionales japoneses y luego Peru Okinawa Shi Kyoyukai Band, más conocidos como «Chancho con piña», destacados representantes de la fusión de la música okinawanse y peruana quienes, a diferencia del Matsuri del año pasado, pudieron contar con su delegación completa mostrando un mayor número de integrantes en el escenario principal.
Y luego, el cierre clásico de los Matsuri: los hanabi, fuegos artificiales que brillaron en el cielo de Pueblo Libre, también más grandes que en el festival del 2022.
En suma, un cierre a lo grande con crecimiento respecto al año pasado. Fueron 70 años bien celebrados.
La presencia del anison a lo largo del evento, incluso en el cierre con «Chancho con piña» nos lleva inevitablemente a la pregunta que muchos nos hacíamos al salir: «¿ Volverá el natsumatsuri?»